La ciencia y la tecnología avanzan con una aceleración desenfrenada, especialmente desde finales del siglo XIX. Los avances en campos como la electrónica, computación cuántica, robótica, realidad virtual, inteligencia artificial, nanotecnología, astrofísica, bioingeniería, medicina, etc…, tendrán gran impacto en nuestras vidas. Lo que antes sucedía en más de una generación, ahora se produce en tan solo unos pocos años, en una constante aceleración. En 2002, tras apenas unos 12 años de investigación, logramos desvelar nuestro código genético gracias al proyecto Genoma Humano, un proyecto internacional de investigación científica con el objetivo fundamental de determinar la secuencia de pares de bases químicas que componen el ADN e identificar y cartografiar los aproximadamente 20.000-25.000 genes del genoma humano desde un punto de vista físico y funcional. Ese avance provocó una espectacular revolución tecnológica en la secuenciación del ADN. Asimismo, cuando miramos los numerosos puntos de luz de un cielo estrellado nos preguntamos cuántas estrellas habrá en el firmamento. Pues bien, la respuesta podría saberse pronto gracias al “Gran telescopio para rastreos sinópticos” (Large Synoptic Survey Telescope o LSST), un telescopio de 8,4 metros, capaz de examinar la totalidad del cielo visible, que se construirá en el norte de Chile y entrará en funcionamiento en el año 2022. Uno de sus constructores, el astrofísico Nicholas Suntzeff, participó en 1998 en el descubrimiento de que el universo no sólo se expande, sino que además, lo hace en aceleración. Se espera que el nuevo telescopio permita examinar la totalidad del cielo visible. No obstante, no sólo hemos empezado la catalogación de la luz visible del universo, sino también de lo que no podemos ver. Ya hay proyectos que han comenzado a mapear la materia oscura. Según Suntzeff: “En los próximos 20-30 años, trazaremos un mapa con todas las galaxias del universo, excepto las más pequeñas. Podremos ir a Google Sky y mirar en nuestro iPad cualquiera de las 300-500 mil millones de galaxias registradas”.
Tengo la impresión de que, en la época moderna, el pistoletazo de salida científico se produjo en 1662, cuando se reunieron en el Gresham College doce hombres dispuestos a escuchar una disertación sobre la astronomía pronunciada por un desconocido de 28 años llamado Christopher Wren (1632 – 1723), que llegó a ser un científico y arquitecto, famoso por sus trabajos de reconstrucción de las iglesias de Londres. Tras el gran incendio de 1666 fue nombrado fellow de la Royal Society. Wren es conocido por su diseño de la catedral de San Paul de Londres, una de las pocas catedrales de Inglaterra edificadas después de la época medieval y la única de estilo renacentista de todo el país. Se inspiró en la basílica de San Pedro de Roma para el diseño. La velada derivó en la decisión unánime de formar una sociedad para fomentar “la acumulación y propagación de conocimientos útiles para la humanidad”. En efecto, cuando el poder de la religión empezó a disminuir, fue creado otro poder, al que llamamos ciencia. Se tuvo que encontrar una alternativa para aquellos que rechazarían la religión, a fin de asegurar que no se darían cuenta de que somos conciencia infinita multidimensional encarnada en un cuerpo físico para un período de experiencia intensa en el camino de la evolución. La energía es conciencia y la energía no puede ser destruida, sólo transformada en otra expresión. No somos nuestro cuerpo físico, sino la conciencia infinita y eterna que da vida a ese cuerpo y a la visión de nosotros mismos, y cuyo potencial se ve ampliado sin límites. Así que, a través de las redes masónicas, la Royal Society fue creada en Londres, bajo el auspicio real de Carlos II en 1662. Fue la primera asamblea del mundo de científicos y ingenieros, e iba a ser la influencia dominante sobre la dirección futura de la ciencia. Prácticamente todos los miembros fundadores de la Royal Society eran francmasones. El padre fundador de la Royal Society era Francis Bacon, un alto miembro rosacruz, traductor de la Biblia, y arquitecto de la masonería. Aunque se suele considerar el año 1662 como el de su fundación, años antes ya existía un grupo de científicos que se reunía con cierta periodicidad. Varios científicos famosos estuvieron involucrados en su fundación o han participado en su historia. Entre otros, tenemos nada menos que a Charles Darwin, Robert Boyle, Robert Hooke, Gottfried Leibniz, Benjamin Franklin, Michael Faraday, Sir Christopher Wren, Sir Isaac Newton, Stephen Hawking, Adam Smith, Sigmund Freud, Albert Einstein, Alan Turing, o Elon Musk. Tal vez ellos han colaborado en abrir la caja de Pandora.
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