Lo primero que haremos será derribar los falsos ídolos, resaltar los errores tradicionales que ciegamente hemos venido siguiendo como sabias pautas para nuestra vida y, finalmente, hacer caer en cuenta al lector de que muchas de las ideas que hasta ahora había considerado como serias y hasta como sagradas, son falsas y, en muchas ocasiones, fatales para el desarrollo de la sociedad y de cada una de las personas que la componen.
Paradójicamente muchas de las ideas y de las instituciones consideradas más serias, como son la patria, la familia, la religión, el honor, las tradiciones, etc., han sido las que más daño le han hecho al ser humano en su evolución a través de los siglos. Distorsionadas y convertidas por sucesivas minorías en instrumentos de dominación han devenido en el mayor freno que la humanidad ha tenido para su perfeccionamiento y en definitiva para la consecución de la felicidad.
Estas ideas, que consideradas en teoría se nos presentan como algo bello y positivo, a la larga y en la vida concreta son los grandes instrumentos para la desunión de los seres humanos, para el abuso de los fuertes sobre los débiles, para la incomprensión y para todo tipo de discordias.
Tomemos como ejemplo una de estas ideas: la religión; considerada tanto en su aspecto de pura ideología como en el más concreto de institución, secta u organización religiosa. Aparte de lo que más adelante diremos sobre este importantísimo fenómeno en la historia de la humanidad, no podemos dejar de señalar ahora mismo un hecho terrible en contra de ella: la religión ha sido a lo largo de los siglos si no la mayor, al menos una de las mayores causas de división y guerra entre los seres humanos. Por culpa de las diferentes religiones se han derramado en el mundo ríos de sangre y se siguen derramando todavía en la actualidad.
LA ESENCIA DEL ESPÍRITU HOLÍSTICO
La esencia del espíritu holístico o de la nueva era acuariana en la que estamos entrando, es, como ya dijimos, la relación de todos con todos y de todo con todo; es la unión por encima de la separación; es la búsqueda de la felicidad por encima de los convencionalismos; es la consecución de la paz del alma, es el desarrollo de la mente y la evolución del espíritu.
Muchas de las ideas tradicionales, «serias» y «sagradas», van precisamente contra todo ello: nos encierran en nuestros propios conceptos, nos separan, nos impiden adquirir nuevas ideas porque nos han prejuiciado contra ellas, nos imposibilitan para ver nuevos horizontes, frenan nuestra creatividad y no sólo no nos permiten conseguir la paz del alma sino que con mucha frecuencia nos hacen profundamente infelices.
En esta era nueva hay mucha gente que vive con la mentalidad de la era vieja: se limitan a seguir a sus podridos líderes, votando como ellos les aconsejan, consumiendo lo que les sugieren los medios de comunicación, creyendo lo que ellos les dicen que hay que creer.
Un hijo de la nueva era será ante todo un hombre autocrítico, rebelde con toda imposición, buscador incansable de otros niveles de realidad y de conocimiento.
REEVALUACIÓN DE UNO MISMO
Necesariamente tenemos que comenzar a escribir sobre la Nueva Era defendiendo y redefiniendo a su principal protagonista: el ser humano.
¿Por qué tenemos que hacerlo? Porque el ser humano a lo largo de los pasados milenios ha sido vilipendiado y humillado, de manera tenaz e inmisericorde por todas las religiones que han existido, aunque éstas afirmen elevar la dignidad del hombre y la mujer.
ACOMPLEJADOS POR LA RELIGIÓN
En el cristianismo, en concreto, el ser humano no es un simple hombre o una simple mujer. Con frecuencia cuando los libros de ascética y de teología se refieren a ellos les llaman pecadores, como si ello fuese la esencia de su ser y su naturaleza estuviese radicalmente viciada, de modo que no fuese capaz de recibir otro calificativo.
Hace años escribí en Mi Iglesia duerme: «Un buen cristiano es un hombre muerto de miedo«. Si se cree a pies juntillas en todos los dogmas que la Iglesia predica para el más allá, es perfectamente lógico que uno esté lleno de temor ante un fuego eterno, siempre posible.
Un buen cristiano es por lo menos un ser acomplejado: un ser que tiene que salvarse sin poder hacerlo por sus propias fuerzas; que por su naturaleza, y sin culpa alguna de su parte es trasgresor de la ley; que padece enfermedades y tiene que morir inexorablemente debido a un pecado que no cometió, pero que trae ya encima cuando llega a este mundo… ¿No son estos motivos más que suficientes para acomplejar a una persona?
Por lo pronto, dejemos estas consideraciones relativas a la religión porque más adelante analizaremos a fondo la reevaluación que habrá que hacer de todos los principios religiosos de la Nueva Era. En este momento hagamos sólo un esfuerzo por sacudirnos el posible yugo mental que nos hayan podido inculcar los falsos credos, impuestos en la niñez con tanta fuerza que persisten en la vida adulta de la mayoría de las personas.
Rechacemos de plano la aseveración de que somos pecadores por naturaleza. Somos seres humanos racionales, con instintos, inteligencia, pasiones, limitaciones, miedos y capacidades que en su mayor parte nos han sido dadas desde nuestro nacimiento, sin que nosotros hayamos tenido nada que ver. Por lo tanto no tenemos por qué sentirnos acomplejados, reos ni pecadores, como los predicadores cristianos han venido diciendo por siglos.
Esta liberación mental es algo básico e inicial para la reevaluación de uno mismo, ya que es imposible darse lugar y valía propios cuando en el fondo de la mente anidan sentimientos tan negativos y destructores».
NO SOMOS PECADORES POR NATURALEZA
No somos pecadores por naturaleza, ni nos espera ningún castigo eterno, ni venimos a este mundo con ningún pecado, ni necesitamos a nadie que nos salve o nos redima, porque nunca hemos estado en venta. En realidad nuestra esencia es inmortal y tenemos por delante un futuro inimaginable.
Rebelémonos también contra la idea de que este mundo es un valle de lágrimas y que venimos a él para hacer méritos a través del sufrimiento para alcanzar una vida futura. Es cierto que para muchos mortales este mundo es un auténtico valle de lágrimas y de miserias; pero esto se debe, en gran parte, no a la esencia o a la naturaleza del hombre, sino a la poca evolución de la raza humana, que no ha cumplido con las leyes naturales, y muchos de los que están en posiciones de privilegio han abusado de ellas en su propio provecho.
La raza humana en bloque ha gastado demasiadas energías en adorar y en someterse a dioses imaginarios olvidando el propio perfeccionamiento.
Si todo el ingente esfuerzo que hemos gastado en construir templos, en extender las distintas doctrinas hasta los confines del mundo, en amordazar nuestros instintos naturales, en hacer votos suicidas de pobreza, castidad y obediencia, en escribir y estudiar volúmenes acerca de virtudes, pecados, sacramentos, cielos e infiernos quiméricos y en pelear contra los que no tenían una misma idea de Dios, la raza humana en este momento de la historia estaría mucho más evolucionada y no presentaría este cuadro desolador de tristes hormigas peleándose locamente por migajas de pan.
Por eso este mundo se ha convertido en un valle de lágrimas. Nuestros respectivos dioses nos han pedido cosas estúpidas y a la larga han logrado enfrentarnos. En vez de lograr unirnos y hacer que dirijamos nuestros esfuerzos hacia cosas que redunden en nuestro bien, nos han separado y dividido en seguidores de diferentes religiones y han puesto todas nuestras potencialidades a su servicio, haciendo que nos olvidásemos de nuestro propio progreso.
Pongámonos de pie de una vez y considerémonos adultos capaces de realizar todo tipo de proezas no sólo en este mundo, sino en el más allá en el que, por lógica, finalmente creo.
LAS LLAMADAS AUTORIDADES
EL PODER Y SUS PELIGROS
LOS SERES humanos hemos padecido un exceso de autoridad. Más aun, hemos padecido de muy malas autoridades. Si la raza humana hubiese sido bien dirigida y bien organizada, este planeta no estaría en el lamentable estado en que se encuentra.
(…)
¿UNA REBELIÓN CONTRA LAS AUTORIDADES?
¿Por qué en un libro de la Nueva Era en donde a primera vista debería tratarse más bien de puntos de vista positivos para el futuro, tenemos que hablar de las autoridades políticas? Porque la Nueva Era comienza ahora mismo, y ahora mismo las autoridades políticas están condicionando nuestras vidas al influir en ellas desde muchos puntos de vista. Con sus malas decisiones y con el enorme manipuleo que ejercen a través de los medios de comunicación, no nos dejan evolucionar hacia el superhombre al que todos naturalmente debemos tender. Con sus mentiras y sus adulaciones, por una parte, nos tienen atontados atendiendo todos los días a sus polémicas y a sus jueguitos dialécticos interminables, y por otra, nos malhumoran y nos hacen perder la paz para que podamos reflexionar con la tranquilidad y la profundidad que requiere el momento crucial de la historia que estamos viviendo.
Ésta es la razón principal por la que debemos reevaluar a nuestras autoridades. Hasta ahora mucha gente de buena voluntad tenía fe en ellas y creída de lo que ellas decían y ordenaban era bueno y sano. Pero a la luz de la historia no sólo reciente, sino de todos los tiempos, tenemos que sacar la conclusión de que los que mandan, por el mismo hecho de mandar, son muy sospechosos de algún tipo de corrupción. Tal como vimos en párrafos anteriores, el poder en sí es muy corruptor y por eso tenemos que estar muy precavidos contra todo aquél que tenga algo de poder, y más contra aquéllos que poseen una gran cuota del mismo.
En cuanto a aquéllos que detentan todo el poder bajo una forma absoluta, no sólo tenemos que sospechar de ellos, sino que debemos tener la seguridad de que están completamente corruptos. Ninguna persona honesta permite que todo el poder esté en sus manos, pues con ello demuestra que se siente absolutamente superior a sus conciudadanos. Podrá ser superior a muchos de ellos individualmente considerados, pero no superior a toda la sociedad.
¿Estoy predicando entonces una rebelión contra las autoridades? En un cierto sentido, sí. Una rebelión no de armas, pero sí de sentimiento y de pensamiento. Nos dirigen mal y hacen ir a la sociedad por caminos equivocados; nos acomplejan, nos manipulan y no nos dejan evolucionar; por lo tanto, tenemos que rebelarnos contra ellas en lo que esté a nuestra mano.
LA REBELIÓN BÁSICA
Es cierto que no son demasiadas y, sobre todo, no muy eficaces las cosas que podemos hacer contra el poder casi absoluto que la autoridad tiene sobre nosotros. Sin embargo, sí están a nuestro alcance ciertas armas cívicas que podemos esgrimir contra él. Lástima que, debido a la enorme manipulación a que la sociedad entera está sometida por los medios de comunicación estatales, ayudados por la inconsciencia y la avaricia de los que tienen el control de la radio, prensa y televisión privados, la gran masa de los ciudadanos no caerá en la cuenta de la enorme manipulación mental a que son sujetos, y el reducido número de aquéllos que hayan caído en la cuenta no se pondrán de acuerdo en resistirla y hacerle frente.
Pero la rebelión básica que tenemos que realizar es la interna. Es la decisión firme de no dejarnos manipular por los «grandes» de la sociedad, por los que dictan las pautas de lo que hay que creer, de lo que hay que vestir, de lo que hay que leer. Debemos estar internamente alertas contra los mil sutiles engaños y tretas de los que tienen en su mano el poder de convencer o de influir las mentes.
Tenemos que esforzarnos en el supremo deporte de pensar por nosotros mismos y practicar la suprema virtud de actuar siempre de acuerdo con lo que pensemos, por más que las dignísimas autoridades nos digan lo contrario.
Como resumen de todo este capítulo podemos decir que el hombre y la mujer de la Nueva Era estarán en el futuro mucho menos supeditados a lo que digan los que hasta ahora han regido a la sociedad. Porque la verdad es que la han regido muy mal y por eso las cosas han llegado al desastroso estado en que están, por más que los eternos optimistas nos acusen de negativos y no vean tantos problemas como nosotros vemos.
Los hombres y mujeres de Acuario someterán mucho más a juicio todas las decisiones de los superiores de la sociedad y no se someterán a ellas borreguilmente. Y por lo menos tendrán criterios propios en muchas cosas que hasta ahora hemos dejado a los políticos o a las autoridades como si éstas se comunicasen mediante un hilo directo con el Espíritu Santo.
CAPÍTULO 7
OTROS NIVELES DE REALIDAD
OTROS TIPOS DE ENTIDADES
En cuanto a las manifestaciones de otras entidades que no hayan sido nunca humanas, es mucho lo que se podría decir, porque son muchas y muy variadas sus especies. Por otro lado, es muy poco lo que en concreto se puede afirmar de cada una de ellas, pero si estudiamos sin prejuicios sus muchas manifestaciones a través de los siglos y en la actualidad, podremos llegar a conclusiones que nos acerquen un poco más a la realidad.
Lo primero que habrá que decir es que estas entidades son muy variadas, pues mientras unas dan la impresión de ser inteligencias enormemente desarrolladas y en un grado de evolución muy superior al nuestro, otras parecen no superar mucho la inteligencia de los animales superiores. Las primeras actúan directamente sobre la mente, mientras que las segundas actúan preferentemente a través de manifestaciones físicas.
Por otro lado, hoy ya podemos afirmar que, a medida que es mayor el grado de evolución de estas inteligencias, es menor su injerencia en las vidas de los humanos; y viceversa, las que más intervienen son las menos evolucionadas.
Otra cosa que podemos afirmar es que, con mucha frecuencia, nos tratan como nosotros tratamos a los niños o a los animales, y ésa puede ser la razón para explicar lo mucho que «mienten» en sus manifestaciones.
Además, hemos llegado a la conclusión de que la mayor parte de ellas vienen a nosotros con la intención de sacar algo del ser humano, aunque lo disimulan de muchas maneras. Lo que buscan en el hombre es preferentemente la energía que producen nuestras mentes, sobre todo bajo estados anímicos intensos o bajo emociones fuertes. En el cosmos todo es energía, y nuestra mente es capaz de producir unas sutilísimas energías que parece que son muy del agrado de estas entidades superiores. Algunas de ellas que no son tan superiores, se nutren de la raza humana y de los animales de una manera mucho más material, tal como lo describí ampliamente en mi libro «La amenaza extraterrestre«.
Aunque todas estas ideas sean difíciles de admitir, están respaldadas por una enorme cantidad de hechos que, por desgracia y por prejuicios, son desconocidos por la mayor parte de los intelectuales. Y aunque en párrafos anteriores dijimos que el sentido común se resiste a admitir estas cosas, el mismo sentido común nos dice que el hombre no puede ser la más perfecta e inteligente de las criaturas del universo, porque esto dejaría muy mal parado al dios creador y rebajaría mucho el nivel general de inteligencia de todo el cosmos.
Los hijos de la Nueva Era, por un lado, estarán abiertos a todas estas realidades, pero por otro, no caerán en las infantilidades en que caen muchas personas que se acercan a todo este complejísimo mundo espiritual a la ligera y como si fuese un juego. La realidad es que es un juego muy peligroso en el que muchos han perdido su salud mental y hasta la vida.
NUESTRA REACCIÓN ANTE ESTA EXTRAÑA REALIDAD
Lo primero que tendrá que hacer un hijo de la Nueva Era es tomar conciencia de que tales mundos y tales entidades existen, y de que la marcha de la historia ha estado y sigue estando dominada por ellas. No así, por lo menos en el mismo grado, las vidas privadas de la mayor parte de los humanos.
Lo segundo que deberá hacer es resistirse a ser manipulado por los grandes líderes de la sociedad que, inconscientemente, están dirigidos por estas entidades que son los verdaderos dueños del mundo. De ahí la importancia de usar cada uno su propia inteligencia y no seguir borreguilmente las pautas que nos trazan los «grandes de este mundo».
Lo tercero será estar preparado para defenderse en el raro caso de que su vida se vea amenazada por la presencia de alguna de estas entidades. La mejor manera de defenderse es no entrar en su terreno y tener uno sus propias ideas y personalidad; no invocarlas bajo ningún concepto, tal como en la actualidad hacen muchos ignorantes, que entran en sectas descabelladas en las que se practican ritos de invocación; no desear su contacto y resistirse mentalmente en caso de que se iniciase.
En la actualidad hay miles de personas que pecan por un exceso de apertura mental. Están siendo engañadas por maestros ignorantes para que busquen el contacto con «guías superiores», en la falsa suposición de que todos estos guías son benéficos, cuando en realidad no lo son, por lo menos en el grado que ellos dicen serlo. Me refiero al llamado channeling o sintonización, que tantos adeptos tiene en los Estados Unidos, y que tanto daño les puede hacer al ponerlos total y voluntariamente al servicio de unas entidades desconocidas. Lo menos que este channeling genera es una dependencia que es esclavizante para el individuo. Y aunque es cierto que reciben algunos beneficios al principio (como pueden ser la apertura de mente y cierto tipo de videncias), esta dependencia es a la larga perjudicial para el humano que ingenuamente la ha buscado.
RELACIÓN CON LO RELIGIOSO Y EXTRATERRESTRE
Muchas de estas entidades se presentan bajo el disfraz de lo religioso y, para mejor lograr sus fines, suelen respetar las creencias de los humanos con los que entran en contacto. Hoy día podemos asegurar con toda certeza, que todas las religiones, sin excepción, son disfraces de estas inteligencias para sintonizar con las mentes y los sentimientos de los humanos.
Como ya he escrito sobre este mismo tema (Defendámonos de los dioses, Israel pueblo-contacto, etcétera) aquí me limitaré a decir que si estudiamos a fondo y sin prejuicios todas las religiones, nos encontraremos con que además de hacer todas hincapié en los buenos principios de fraternidad, amor, etcétera – gancho necesario para atraer adeptos y no infundir sospechas-, todas coinciden en el fondo en cosas que son muy extrañas e intrigantes para la mente humana. Por ejemplo, todas coinciden en demandar abundantemente sacrificios al ser humano y algunas de ellas son enormemente crueles en sus exigencias, hasta el grado de pedir la muerte no sólo de animales, sino de personas.
En el cristianismo todo está sublimado, pero por otro lado nos encontramos con que la llamada redención gira alrededor del sacrificio de un hombre-dios que murió ajusticiado en una cruz. Y nos encontramos con la demanda de dolor por todas partes, sin contar la infinita cantidad de muertos que los propios cristianos han causado en la propagación y defensa de sus ideas.
A veces la manifestación de estos otros niveles de realidad no tiene relación con lo religioso y sí con lo «extraterrestre«, formando entonces parte de lo que ha dado en llamarse «fenómeno ovni«, al que ya nos hemos referido anteriormente. Hoy día continúa todavía la polémica en este particular, centrada en si existe el fenómeno o no, cuando en realidad debería estar centrada en cuáles son las intenciones de las entidades que tripulan los misteriosos aparatos que vemos surcar los cielos.
La polémica subsiste después de tantos años, fundamentalmente por tres razones: la primera, porque se trata de un tema revolucionario y, para algunos, tan amedrentador que la mente humana se resiste violentamente a admitirlo. En los intelectuales se presenta una instintiva resistencia porque, de admitirlo, tendrían probablemente que desechar muchas de las teorías en las que está basada toda su ciencia y los principios tradicionales por los que se han regido toda su vida.
En segundo lugar, porque ha habido y sigue habiendo un gran interés por parte de las altas autoridades que rigen el mundo, para que estas verdad no se sepa. Las pequeñas autoridades locales no hacen más que seguir las pautas que les dictan las grandes y por eso repiten como loros las consignas y los métodos para callar todos los rumores serios que se puedan levantar acerca del fenómeno.
Y en tercer lugar, los mismos seres o inteligencias que están detrás de todo el fenómeno, con su enorme poder sobre el psiquismo de los humanos, hacen todo lo posible para que su estancia entre nosotros pase inadvertida. De esto he sido yo testigo directo en varias ocasiones y he podido comprobar los métodos drásticos que utilizan, tanto ellos como sus inconscientes aliados humanos, para acallar a los que pueden resultar testigos peligrosos.
Hay, en fin, otras entidades que no se manifiestan relacionadas ni con lo religioso, ni con lo extraterrestre u ovnístico, ni son por otro lado, restos de la personalidad de algún muerto. Ya hemos dicho que los tipos de estas entidades son variadísimos, mucho más variados que los de las razas humanas; y que las desigualdades entre ellos son enormes, diferenciándose por lo tanto en mucho sus maneras de actuar y de relacionarse con los humanos.
CUALIDADES DE ESTAS ENTIDADES
He aquí otras verdades que con el tiempo hemos ido aprendiendo acerca de estas entidades: muchas de ellas son autóctonas del planeta y probablemente están aquí desde mucho antes de que aparecieran las razas humanas que actualmente pueblan la Tierra. Otras es posible que nos visiten desde diferentes partes de nuestra galaxia, sin que para ello sean obstáculo las enormes distancias que nos separan de sus planetas de origen. Las razas humanas son producto de experiencias genéticas hechas por ellos a lo largo del tiempo.
Estas experiencias continúan haciéndolas en la actualidad, y de ello tenemos una enorme cantidad de pruebas. (Ver La amenaza extraterrestre). Todas las religiones sin excepción han sido impulsadas por ellos, y para tal efecto se han valido de hombres a los que han preparado especialmente para que puedan cumplir su misión. A muchos de ellos les dieron poderes para realizar lo que en la religión se llaman milagros.
Ciertos humanos tienen una especial relación con algunas de estas entidades, que les ayudan a realizar cosas que otros humanos no pueden realizar. Y por el contrario, hay humanos que se ven molestados por algunos de estos seres sin saber por qué y sin que sea fácil liberarse de su maléfica influencia.
Existen también muchos humanos que tienen fácil acceso a estos niveles de realidad pudiendo alcanzar a contemplar algún plano de estos extraños mundos. Pero estos videntes, sin dejar de ser muchos, son menos de los que la gente cree, y tenemos que añadir que muchos de los que se presentan como tales, o son unos ilusos con alguna clase de psicopatía, o unos vividores que quieren aprovecharse de la credulidad de los ingenuos. Muchos de los auténticos sanadores o curanderos (por imposición de manos o cualquier otra técnica) son personas que, consciente o inconscientemente, tienen relación con alguna de estas entidades que, a su vez, sacan de ellos algún provecho.
Por último, diremos que muchas de estas entidades que se manifiestan a través de algunas personas, tienen un sentido del humor bastante avieso, gustando de gastar bromas pesadas a las personas con las que se relacionan, sobre todo si son ingenuas o crédulas.
Cuando más se aparte uno de estas relaciones trascendentes y más seamos nosotros mismos con ideas y personalidad propias, más libres estaremos de los maleficios de estas entidades. Y como un último consejo, jamás se deben aceptar sugerencias de ellos que vayan claramente en contra de los intereses del humano.
LA PAZ ES UNA CONDICIÓN PARA EVOLUCIONAR
La paz interna es una conditio sine qua non para que el alma evolucione. Sin ella no hay ascensión posible. Es cierto que con las tribulaciones también se puede evolucionar, pero sólo cuando la tribulación ha generado una paz previa. Porque la tribulación y el dolor recibidos sin paz lo único que generan es desesperación. Sin embargo, la paz no genera automáticamente la elevación del alma. La paz es sólo una condición. Hacen falta otros mecanismos y otros elementos para que se dé esta evolución.
Cuando hablemos de la meditación veremos que sin paz la meditación se hace mucho más difícil, si no imposible. La paz genera un estado físico especial en el cerebro, y este estado físico a su vez ayuda a generar paz.
En la historia humana jamás ha reinado una paz total. Las guerras llenan la vida de las naciones y de la raza humana en general. No sabemos vivir en paz unos con otros y ni siquiera con nosotros mismos.
¿POR QUÉ NO TENEMOS PAZ?
Y uno lógicamente se pregunta: ¿Cómo es esto posible? ¿Qué es lo que hace que el ser humano no pueda vivir en paz ni consigo mismo ni con los demás? La respuesta habrá que buscarla en la psicología humana y, todavía más profundamente, en los que desde las sombras manipulan la psique humana. Y aquí de nuevo tenemos que recurrir a lo que dijimos en el capítulo anterior. No en vano dijimos allí que aquel capítulo, por extraño que a algunos les pareciese, era la clave para explicar la historia humana y la vida misma. A muchas entidades les interesa que el hombre no tenga paz, porque un hombre en paz consigo mismo es mucho menos vulnerable a sus sugerencias y a sus intromisiones; y además su cerebro, estando en ese estado pacífico, no genera las ondas que a ellos más les interesan.
Cuando un hombre está en paz, está cerrado en sí mismo y es como una fortaleza. No se le puede penetrar fácilmente porque todas sus energías van hacia adentro. Además, cuando su cerebro está en paz, produce unas ondas que lo hacen aún más fuerte e invulnerable. Son las ondas alfa que generan el tan nombrado «estado alfa», que si bien no tiene todas las cualidades que algunos le atribuyen es, sin embargo, una condición indispensable para que la gente genere otras ondas de una altísima frecuencia que son todopoderosas y que participan de la inteligencia inconsciente del individuo conectándose al mismo tiempo con la sabiduría del cosmos. Estas ondas tienen el poder de sanar a otros y de autocurar al que las produce, y son la clave para explicar buena parte de las curaciones paranormales.
La evolución a la que nos hemos referido en varias ocasiones y que tanto tiene que ver con la paz del alma, es el fin o el propósito de la vida humana en este planeta.
REEVALUACIÓN DE LA RELIGIÓN
DIFICULTAD PARA ENJUICIARLA
Pensar desapasionadamente sobre la religión propia es muy difícil. Sobre todo para aquéllos que han vivido su fe desde la niñez, pues aparte de las raíces que ella echa en el alma, todo lo que hemos creído y practicado desde la niñez se aferra tenazmente al fondo de nuestra psique y obnubila a la mente para evitar que vea cualquier cosa que aquellas creencias puedan tener de negativo. Por eso le pedimos al lector que haga un esfuerzo por dejar de lado todos sus prejuicios y le eche un vistazo desapasionado a ciertos aspectos de su propia religión.
Fijémonos primeramente en los resultados de todas las religiones. Las creencias religiosas abren un poco la mente en relación a ciertas verdades, pero la cierran con relación a otras que no están de acuerdo con esas creencias. En pocas palabras, hace fanáticos. Curiosamente fanático significa «el que va al templo» (en latín fanum = templo), contrariamente a profano (el que se queda fuera del templo).
Algunos de estos fanáticos viven sus creencias con tal rigor que se convierten en santos. De ellos, los que van por el camino del amor, son todavía aceptables, pero los que van por la vía del rigor pueden llegar a ser monstruosos. Por ejemplo, Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores, más conocidos como dominicos, que organizó por toda Europa la inquisición y que fue el responsable de la muerte de miles de «pobres» brujas.
Este fenómeno de producir fanáticos es común en todas las religiones, aunque en unas es más virulento que en otras. Las víctimas mortales que este fanatismo religioso ha generado en el mundo entero a lo largo de los siglos y en todas las religiones son innumerables. Esto no deja de ser muy extraño para unas instituciones que comienzan siempre hablando del amor a nuestros semejantes.
LAS RELIGIONES SEPARAN
Otro resultado de las religiones es el aislamiento en que sumen a sus fieles. La raza humana está dividida en muchas fracciones, algunas de ellas completamente aisladas del resto, debido únicamente a las religiones.
En algunas sectas se llega incluso a prohibir el trato con gente de otras creencias. Y para encontrar ejemplos de esto no tenemos que ir a Mongolia, a la India o a Manchuria, donde habitan pueblos y castas completamente aislados por su religión, sino que nos bastará con asomarnos a nuestra Biblia en donde encontramos a un Yahvé prohibiéndole a su «pueblo escogido» relacionarse con los amorreos y cananeos pecadores. Y no sólo eso, sino que además les ordenaba que no se mostrasen nada benévolos con ellos y aun que los exterminasen sin perdonar siquiera a los lactantes.
Y no nos olvidemos de que ese mismo Yahvé era y sigue siendo el dios del cristianismo.
El aislamiento y la separación que la religión produce lo podemos ver en nosotros mismos. Ante un marroquí o un tunecino de religión musulmana nos sentimos como diferentes. Hay algo profundo que nos separa de ellos, no importa lo amables o correctos que puedan ser. Nos parece que allá en el fondo no tenemos nada que ver con ellos y pensamos que están radicalmente equivocados. Y la realidad es que hay cerca de mil millones de personas que en religión piensan fundamentalmente igual que ellos y de las que lógicamente también nos sentimos distanciados.
LA RELIGIÓN LLENA EL ALMA DE TABÚES
Otro resultado de las religiones es que tranquilizan el alma con la promesa que hacen de un más allá feliz, pero por otro lado la llenan de miedo con amenazas de castigos eternos y terribles si no se cumplen en esta vida determinados mandamientos. Esto tiene más peso en el alma de muchos cristianos que las promesas de un más allá feliz y por eso muchos fieles se han pasado la vida con temor a la muerte y a lo que les pueda suceder después de ella.
En la Edad Media los monasterios y conventos se llenaban de gentes que renunciaban a vivir como personas normales, aterradas por las predicciones de unos frailes fanáticos que hacían mucho más hincapié en los castigos que en las recompensas, y que se regodeaban en presentar a un dios terrible y vengativo. Al fin y al cabo, no hacían más que predicar al Yahvé del Antiguo Testamento. En los monasterios y cenobios se aislaban no sólo de la sociedad, sino hasta de sus propias familias. Las palabras del fundador del cristianismo, difundidas con todo rigor por sus predicadores, resonaban en sus oídos:
«El que quiera venir en pos de mí, que deje a su padre y a su madre…»
San Francisco Javier, uno de los santos eminentes de la iglesia, cuando estaba ya destinado a las Indias Orientales, de las que no volvería, pasó por Navarra cerca de donde estaba su madre y no fue a verla porque pensó que con ello agradaba más a Dios. ¡Bárbara manera de concebir la religión! Y si así piensa un «santo«, que es un guía en el camino de Dios, qué les espera a los pobres creyentes que sigan sus enseñanzas?
En resumen, las religiones, aunque comienzan hablando de amor, desunen, aíslan, y llenan el alma de miedos y complejos, cierran las mentes y no permiten al ser humano disfrutar de muchas cosas buenas que hay en el mundo.
Según la doctrina cristiana tradicional, las mejores cosas de la vida son pecado, y en todas las religiones vemos cómo elsacrificio, la renuncia, la mortificación de los sentidos, la penitencia, los votos, la muerte para el mundo y hasta lostormentos son moneda común para agradar a Dios. Es cierto que al que está atribulado lo consuelan con promesas para el más allá, pero no lo ayudan a vencer la causa de su desconsuelo ni le dan una visión optimista de esta vida. Como no tienen nada que dar acá, centran todas sus prédicas en el más allá. Pero el más allá comienza en esta vida.
LA RELIGIÓN COMO ESTRATEGIA DE LAS ENTIDADES
Y ahora diremos algo fundamental acerca de las religiones, que entronca con lo que vimos en el capítulo de los otros niveles de realidad. Es algo que explica todo el misterio de ellas y su razón de ser y que, aunque sea difícil de admitir, es sin embargo la clave para explicar lo extraño del fenómeno religioso en todas las culturas de todas las épocas y de todas las latitudes.
La religión no es tanto hechura de los hombres cuanto imposición de los «señores del mundo», es decir, de aquellas entidades a las que nos referíamos en el capítulo anterior, cuando hablábamos de seres inteligentes no humanos que nos dirigen desde las sombras. Las religiones son una formidable estrategia que ellos usan para tres cosas:
1) Para mantenernos desunidos de modo que no progresemos y usemos toda nuestra energía en disputar entre nosotros
2) Para que nos hagamos la guerra de la cual algunos de ellos sacan gran beneficio
3) Para sintonizar nuestras mentes, enfocarlas hacia una idea y mantenerlas expectantes, porque a la mayor parte de ellos les interesan mucho las ondas que en ese estado de ánimo producen nuestros cerebros
De esto ya he escrito largamente en Defendámonos de los dioses y por ello no quiero extenderme aquí.
El viejo lema «divide y vencerás« tiene una perfecta aplicación en esta estrategia. Nadie puede negar que las religiones, a lo largo de la historia, han sido la principal fuente de guerras y discordias. Predican el amor (a los que piensan como ellos)hacen la guerra (a los no creyentes). Esta es una paradoja que tiene que hacer reflexionar a cualquier persona pensante.
Si la humanidad hubiese gastado tanta energía en mejorar sus instituciones y en progresar, como ha gastado en hacer templos y en guerrear por la fe, hoy la raza humana no estaría en el estado lastimoso en que se encuentra.
REPENSAR LAS CREENCIAS
En esta reevaluación de la religión los hijos de la Nueva Era tendrán que repensar a fondo sus creencias y descubrir sus profundas contradicciones. Algunas de ellas las acabamos de señalar, pero quedan todavía muchas otras que el lector tiene que descubrir por sí mismo. Deberá comparar su fe con otras diferentes para ver cómo coinciden en cosas absurdas y cómo por el contrario se contradicen en cosas básicas. Coinciden, por ejemplo, en la exigencia del dolor, en la personificación de la divinidad, en la humanización de Dios, en la virginidad de la madre del hombre-dios, en su «segunda venida«, en hacer de los sacrificios de sangre el centro de la religión, etcétera.
Y en cambio, son contradictorias en cuanto a sus mandamientos concretos y ritos. Ante un cuadro así, uno deduce que no todas pueden ser verdaderas y una sola tampoco, porque esto diría muy poco de la equidad, justicia y providencia de Dios. Un hijo de la Nueva Era tendrá que repensar en particular el más allá que predica el cristianismo, con su resurrección de la carne, sus infiernos eternos y visiones beatíficas en las que no estará la mayor parte de la humanidad que no ha creído ni obrado conforme a las enseñanzas de Cristo. ¿En qué cabeza caben tantos disparates? Por lo tanto, un hijo de la Nueva Era tiene que tener el valor de destetarse de semejantes enseñanzas y perder el miedo a pensar libremente acerca del más allá.
La religión trata a sus fieles como niños que no tienen inteligencia y, en este particular, el catolicismo ha sido el ejemplo perfecto del padre sobreprotector que, a fuerza de defender a su hijo de peligros, lo convierte en un tarado que no puede valerse ni pensar por sí mismo. Las autoridades eclesiásticas prohibieron prácticamente pensar sobre los misterios de la fe. Había que limitarse a oír y a creer lo que a uno le decían. Por eso muy lógicamente prohibieron leer La Biblia, porque su lectura es capaz de quitarle la fe a cualquier persona que reflexione un poco sobre todos los disparates que contiene.
Se puede asegurar con toda certeza que las creencias de cualquier religión son un insulto a la inteligencia humana. Lo malo es que hay muy pocos aún entre las personas cultas con valentía para hacer un examen crítico detallado de todas sus creencias.
LOS MANDAMIENTOS DE LA NUEVA ERA
Entonces, ¿qué religión practicaremos? Si por religión se entiende un conjunto de creencias «reveladas» que nos sirven para alcanzar la salvación y librarnos de un castigo eterno, la contestación es: ¡ninguna!
Puede ser que en otras épocas las religiones les hiciesen falta a hombres que no sabían por qué retumbaban los truenos o por qué el sol salía todas las mañanas. Aunque muy lejos de pensar que ya lo sepamos todo creo, sin embargo, que hoy día ya hemos madurado lo suficiente como para no necesitar esas andaderas.
La única religión que estará siempre vigente será la del amor y la justicia, dándole a cada uno lo que le corresponde, respetando el derecho de los demás y teniendo el corazón abierto y generoso para todo y para todos. Todo lo demás son adornos inútiles e instrumentos de manipulación. Debemos impulsar un amor y una justicia que no estén administrados por nadie que se diga representante de Dios. Todos somos representantes de Dios.
¿Se van a perder entonces todos los valores? Falso. Conozco a gente que no practica ninguna religión y son excelentes personas, y conozco cristianos con todas las de la ley muy fanáticos y muy injustos, con los que no quisiera encontrarme ni en el reino de los cielos.
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