En las diversas corrientes de pensamiento se sitúa una génesis oculta que encierra en sí las semillas de una unificación casi imperceptible. Tal hilo luminoso, una especie de cordón umbilical, une ritos, operaciones, simbologías y ceremonias que en apariencia pudieran parecer distantes, pero que a través de una observación más atenta muestran extraordinarias analogías. Estas conexiones no son fruto de la casualidad, sino que, por el contrario, surgen de un análisis eminentemente práctico elaborado durante años, lejos de teorías estériles y fantasías delirantes.
Con frecuencia, en el ámbito hermético y alquímico se mueven personajes que hacen alarde de conocimientos sobre las «drogas sagradas». Escriben acerca de sus efectos y causas, pero en realidad nunca han experimentado en primera persona. Estos «pseudoiniciados» se arrogan el derecho de juzgar y de pontificar sin poseer las claves que certifiquen la validez de lo que dicen. Desconfíen de ellos.
La sustancial diferencia que existe entre éstos y los auténticos experimentadores es la misma que hay entre un recién licenciado en medicina y un hábil cirujano que opera desde hace tiempo y conoce las sutilezas de la profesión.
Plantas sagradas
El uso de sustancias naturales para provocar situaciones de éxtasis es una práctica muy antigua. Las «plantas de poder» sirven para generar un particular estado alterado de la consciencia, cuya finalidad es llegar al autoconocimiento. A este respecto es importante puntualizar que el uso de dichas drogas debe estar necesariamente en manos de personas expertas, auténticos chamanes que mediante profundos conocimientos y gran maestría sean capaces de utilizar las dosis adecuadas para lograr el mencionado estado.
Por supuesto, la droga no debe causar adicción y, sobre todo, debe consumirse sólo con fines rituales. La drogodependencia nada tiene que ver con el contexto iniciático ni con la sacralidad. Un drogadicto es todo lo contrario a un hombre de conocimiento, conviene aclararlo.
El éxtasis es la fase de mayor importancia en las prácticas chamánicas, pero no hay que confundirlo con el éxtasis religioso y místico, porque este último es pasivo, mientras que el del chamán es activo y permite al mismo tiempo acceder al mundo de los arquetipos. De hecho, la palabra chamán proviene de la expresión tungu saman y significa «el que está en éxtasis».
El hongo mágico de Alicia
No es la primera vez que advertimos la presencia de elementos simbólicos dentro de algunos textos literarios, sobre todo los que tienen que ver con el mundo de las hadas. En el caso de la popular novela Alicia en el país de las maravillas hallamos algunos elementos metafóricos referidos a la cuestión que tratamos en este artículo. Por ejemplo, cuando Alicia ha entrado ya en la dimensión paralela, se desespera a causa de sus reducidas dimensiones y pide ayuda a un extraño personaje: una oruga que le aconseja que coma la parte izquierda y derecha de un determinado hongo, con el objeto de agrandarse o achicarse a su gusto.
Este pasaje, es evidente, alude a los hongos amanita muscaria, un cactus sagrado ligado a la cultura yaqui y a la de los nativos americanos en general. Walt Disney, iniciado en determinados conocimientos esotéricos, muestra lo que decimos de un modo más evidente en su genial filme de animación inspirado en Alicia en el país de las maravillas. La oruga, de hecho, está representada fumándose un narghile (una especie de pipa).
Su aspecto es el de un sabio, un maestro que habla de manera sibilina. El narghile es un objeto que alude a estados de éxtasis alcanzados con sustancias psicotrópicas. Alicia, además, se sienta encima de un hongo que recuerda de alguna manera al peyote. Sus propiedades, capaces de agrandar o empequeñecer a quien lo toma, llevan tanto a la supresión momentánea del ego como a la expansión de la consciencia, es decir, al microcosmos (Hombre) y al macrocosmos (Universo).
Alquimia y chamanismo
También en las prácticas alquímicas, el consumo de sustancias alucinógenas asume un papel de primer orden. En este caso la droga debe proveer un apoyo para trascender la consciencia, permitiendo penetrar en el reino astral y en los distintos planos que lo componen. Al igual que en el chamanismo, el éxtasis asume un valor indiscutible en el contexto alquímico.
A través de él se puede alcanzar el arquetipo simbólico y descifrar el lenguaje oculto que abrirá las puertas del «templo interior», ofreciendo al alquimista la esperada iniciación completa. Existen numerosos puntos de contacto entre la senda del chamán y el ligado a la alquimia operativa. El chamán desciende al reino de las sombras o de los arquetipos oscuros, para entrar en contacto con los espíritus de los difuntos, o con entidades extrahumanas que él controla.
De forma análoga, el alquimista, durante la fase negra (Nigredo alquímica), se adentra en las regiones oscuras de su psique para obtener el estado de pureza, es decir, el renacimiento y más tarde la eliminación de su «materia inferior». A esta primera operación le sigue la obra en blanco (Albedo alquímica), el estado luminoso que anuncia una nueva transmutación. Para el chamán, dicho estado se puede obtener mediante el trance, lo que le permitirá liberar su cuerpo astral y atravesar el tiempo y el espacio, con el fin de acceder a los «otros territorios», aquellos situados más allá de la vida y de la muerte.
En la fase en rojo (Rubedo alquímica), el alquimista pone en acción lo aprendido. Es la etapa activa, conectada con el Fuego Cósmico, Fuego Celeste (Luz Astral) o Gran Agente Mágico Universal. Este fuego natural, o azufre vital, combina las formas que están ocultas dentro de su misma sustancia. El chamán, por su parte, llega a dominar mediante su adiestramiento el elemento ígneo (o espíritu invisible). Por este motivo se dice que es amo del fuego. No es de sorprender que pueda caminar sobre él y hasta tocarlo sin sufrir quemaduras.
Precisamente el dominio sobre dicho elemento le permite cambiar de aspecto y asumir las características de un animal, sirviéndose para ello del denominado cuerpo astral primitivo. ¿Es posible lograr un estado de éxtasis sin consumir sustancias psicotrópicas? Definitivamente, sí. Existen técnicas herméticas que pueden suplir el uso de drogas, pero para ello se necesita un férreo adiestramiento. Mencionaremos algunas de estas técnicas de un modo genérico, pero sin entrar en detalles, pues excederíamos el espacio asignado para este trabajo.
Desde un punto de vista hermético, nos encontramos con conocimientos bien definidos que, una vez adquiridos –aunque es más correcto decir conquistados y comprendidos–, pueden generar una lenta pero constante transmutación, y convertirse en el instrumento primario para el despertar del potencial oculto en el ser humano. Así, el principio de la correspondencia se basa en el hecho de que siempre existe relación entre las leyes y los fenómenos de los diversos planos.
Si se consigue captar el sentido oculto de su funcionamiento, es posible acceder a los secretos custodiados por la naturaleza y sus procesos más velados. Tal principio es universalmente conocido y aplicable sobre varios planos del universo material, mental y espiritual. Los antiguos hermetistas lo consideraban como uno de los más importantes instrumentos mentales para eliminar los obstáculos que impiden el acceso al mundo de los Misterios.
El poder de la vibración
Otro elemento de enorme eficacia está constituido por el principio hermético de la vibración. Tal como afirmaban los maestros del hermetismo: «Nada está quieto, todo se mueve; todo vibra». En nuestros días, la ciencia expresa este mismo concepto, aunque con otras palabras. Lo sorprendente es que la ley en cuestión fue enunciada en tiempos muy remotos por los maestros del antiguo Egipto, los llamados hierofantes.
El principio que mencionamos explica cómo las diversas manifestaciones de la materia, de la energía, de la mente y también del espíritu, surgen en gran parte de los diferentes quantum de vibración. Partiendo del Todo, que es puro espíritu, hasta las formas más groseras de la materia, todo vibra. Cuanto mayor es su vibración, más alta resulta su posición en la escala del ser. Mediante la concentración, la meditación y una particular respiración, con el tiempo se puede percibir y dominar este poder, consiguiendo vibrar al unísono con el Todo.
El tercer principio, llamado de la polaridad, contiene interesantes conocimientos, como explican los maestros: «Todo es dual; todo tiene polos; cada cosa tiene su pareja de opuestos; el símil y el disímil son iguales; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades no son más que medias verdades y todas las paradojas pueden conciliarse». Observamos que hay aquí una referencia explícita al andrógino alquímico, al igual que una alusión a la parte femenina lunar.
Según esta tesis, el frío y el calor en realidad son idénticos, porque su «división» viene dada sólo por una diversidad de grado. Lo mismo vale para las polaridades femenina y masculina, las cuales, a pesar de la aparente diversidad, pertenecen a una misma entidad, a un único ser. Esta duplicidad tiene que ver también con el cuerpo físico y el astral, dos caras de la misma moneda.
Los antiguos maestros también nos informan sobre el principio del ritmo, elemento de notable valor oculto: «Todo fluye y refluye; todo tiene dos fases; todas las cosas se elevan y caen; la oscilación del péndulo se manifiesta en todo; la medida de la oscilación a la derecha es la medida de la oscilación a la izquierda; el ritmo compensa».
La primera asociación de ideas que surge en la mente después de haber leído este postulado, nos conduce a las diferentes fases de la luna, a la marea baja y alta, a la dualidad de la mente y a muchas otras cuestiones. La capacidad de emitir un soplo magnético frío y caliente se integra en las peculiaridades del principio que estamos analizando. Tal capacidad es bien conocida por los magnetizadores, pero también por quienes operan mágicamente de forma seria.
La respiración parece encarnar de modo perfecto dicho enunciado, pues en este acto se oculta un potencial insospechado. Basta con pensar en las técnicas de inspiración y espiración, acompañadas por ejercicios de visualización, utilizadas por algunos iniciados para la creación de los elementos (aire, agua, fuego y tierra). Se trata de una operación muy peligrosa sobre la que no diremos absolutamente nada. Examinar el mundo de las causas ayuda al futuro alquimista a obtener la posesión de ese elemento misterioso que impregna cualquier manifestación física e hiperfísica.
El principio de causa y efecto explica de forma exhaustiva este concepto. Cedamos nuevamente la palabra a los sabios maestros del hermetismo: «Cada causa tiene su efecto; cada efecto tiene su causa; cada cosa sucede según una ley; la casualidad no es más que el nombre de una ley no conocida; existen muchos planos de causalidad, pero absolutamente nada escapa a la ley». La regla hermética enunciada pone en evidencia que existe una causa para cada efecto y un efecto que preside cada causa.
Esto quiere decir que todo ocurre según una ley, que nada sucede por una combinación banal. En suma, que no existe la casualidad. Subsisten en cambio varios planos de causalidad: los más altos dominan a los más bajos; no obstante nada escapa enteramente a la ley. El verdadero sabio, el auténtico hermetista y alquimista, conoce el arte sutil y los métodos operativos para superar el llamado plano ordinario de causas y efectos.
Sin embargo, no podrá liberarse completamente de dicho mecanismo. Elevándose a un plano superior, el iniciado se transforma en causante, y esto vale tanto para el ámbito del chamanismo como para el de la alquimia, entre otras doctrinas y disciplinas herméticas y espirituales. Elevarse a un plano superior significa dominar la corriente vulgar y profana, convirtiéndose en dueño del camino de uno mismo.
Es lo contrario de lo que hace la masa, que se deja guiar por la sugestión y por los deseos y es manejada como un peón en el complejo ajedrez de la vida. Los cinco principios que hemos presentado están reunidos en el Kibalión, obra hermética atribuida, como otras, al maestro Hermes Trismegisto. Este texto, cuya naturaleza oculta aún hoy permanece en el más absoluto misterio, es la síntesis de las leyes secretas de la naturaleza.
Uno de los conceptos más importantes expresados en el Kibalión está relacionado con la transmutación mental: «La mente (como también los metales y los elementos) puede transmutarse: de estado a estado, de grado a grado, de condición a condición, de polo a polo, de vibración a vibración. La verdadera transmutación hermética es un arte mental».
El secreto de dicho concepto contiene un conocimiento inimaginable, un poder sin igual. Transmutación es un término que en líneas generales se refiere al antiguo arte de la conversión de metales –especialmente los más vulgares– en oro.
Transmutación mental
Transmutar significa cambiar una naturaleza o una forma –al igual que el chamán cuando asume el aspecto de un animal–, o una sustancia en otra. La acción transmutativa, desde un punto de vista mental, designa la capacidad de transformar los estados, formas y condiciones mentales, en otros tantos estados mentales, formas y condiciones. En resumen, la transmutación mental es el arte de la química mental.
Es una forma de psicología mística práctica que, en el plano alquímico, produce auténticos cambios, puesto que el universo mismo es mental. Esto quiere decir que el sustrato de la realidad universal es la mente. Si lo que es universal lo es por su naturaleza mental, entonces la transmutación debe corresponder a un proceso de cambio que actúe sobre las condiciones del universo, en función de la materia, de la fuerza y de la mente.
Es esta la verdadera magia, la que se corresponde con la transformación mental, con la alquimia interior. Estamos frente al secreto de la acción psíquica, sobre la que tantos escritores han hablado en sus obras de mística, hermetismo o alquimia. Una vez establecido que todo es mental, el maestro tendría que ser capaz de controlar tanto las condiciones materiales, como las mentales. Sólo quien ha avanzado en la práctica alquímica puede intervenir con éxito en la realidad circundante, dominando condiciones físicas de gran alcance, hasta lograr el control sobre los elementos.
Así, el chamán camina sobre el fuego y el alquimista domina y dirige las corrientes de la luz astral. El poder de la transmutación actúa sobre la mente de los otros individuos, provocando en ellos cambios conscientes o inconscientes y variando sus estados internos. De todos modos, lo verdaderamente importante es estar abiertos al conocimiento.
Como leemos en el Kibalión: «Cuando se escuchan los pasos del maestro, se abren los oídos de quienes están a punto de recibir sus enseñanzas». Permanezcamos, por tanto, atentos a la sabiduría oculta que nos rodea.
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