http://carlosagaton.blogspot.com.es/2016/06/el-imperio-norteamericano-reciente.html
“La forma en que Bush y los suyos consiguieron desviar la ira de Norteamérica de Bin Laden a Saddam Hussein es uno de los más grandes trucos de hechicería de las relaciones públicas en la historia”
John le Carré, citado por Blum
Nota del editor del blog. Ofrecemos el último capítulo del libro de William Blum sobre las intervenciones de la CIA y del ejército de EE.UU. desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
En este capítulo que cierra su libro, Blum nos habla del «Imperio» estadounidense reciente, de 1992 a 2002. Es obvio que entre 2002 y 2016 han tenido lugar muchas hechos al respecto en el mundo, vinculados al imperialismo de EE.UU.
Los últimos 13 años no están reflejados ya que el libro de Blum fue terminado de escribir en 2003 y publicado en 2004. Aun así, es un capítulo que podemos extrapolar perfectamente para comprender el imperialismo de EE.UU. desde entonces.
Acaso, quizás, todo cuanto Blum describe se ha ido acentuando cada vez más en estos últimos años. Se trata, pues, de un texto que mantiene absolutamente su actualidad.
El término «Imperio» aplicado a EE.UU. empezó siendo utilizado por los críticos del imperialismo.
Sin embargo, como nos cuenta Blum, cada vez son más los apologetas de la política exterior estadounidense los que lo utilizan de forma orgullosa; reconocen y defienden tal realidad imperial.
«El Imperio norteamericano» es el último capítulo del libro de Blum. Cierra una magnífica e indispensable obra cuyo conocimiento y difusión son obligados si queremos entender el mundo contemporáneo.
No es posible entender las relaciones internacionales, pacíficas o violentas, al margen del imperialismo, como tampoco es posible entender el capitalismo al margen de este último.
Referencia documental: William Blum: «El Imperio norteamericano desde 1992 hasta el presente», en Asesinando la esperanza. Intervenciones de la CIA y del Ejército de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, cap. 56, pp. 460 a 471. Editorial Oriente, Santiago de Cuba (Cuba), 2005 (original en inglés: William Blum, Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Common Courage Press, 2004).
Fuente de digitalización y correcciones (cítese y manténgase el hipervínculo): blog del viejo topo
Imágenes, pies de foto y negrita: son un añadido nuestro.
Otros capítulos del libro: para acceder a otros capítulos publicados en el blog, véase al final el índice y pulsar en los hipervínculos que estén activos.
EL IMPERIO NORTEAMERICANO DESDE 1992 HASTA EL PRESENTE (*)
William Blum
(*) [Nota del editor del blog: el libro fue terminado de escribir en 2003, de manera que ese «presente» termina en 2002]
Afirmamos que ninguna nación puede soportar ser mitad república y mitad imperio, y advertimos al pueblo norteamericano que el imperialismo exterior llevará de manera rápida e inevitable al despotismo interno. (Plataforma Nacional del Partido Demócrata de EE.UU., 1990)
Después de la guerra en Iraq en 1991, EE. UU. se hizo con bases militares en Arabia Saudita, Kuwait, Bahrein, Qatar, Oman y los Emiratos Árabes Unidos. Después de la guerra en Yugoslavia en 1999, EE.UU. se hizo con bases militares en Kosovo, Albania, Bulgaria, Macedonia, Hungría, Bosnia y Croacia.
Después de la guerra en Afganistan, entre el 2001 y 2002, EE.UU. se hizo con bases militares en Afganistán, Pakistán, Kazajstán, Uzbekistán, Tadzhikistán, Kirguiztán, Georgia, Yemen y Djibouti. Después de los bombardeos y la invasión a Iraq en 2003, EE.UU. se apoderó de Iraq.
No se trató de sutilezas de política exterior, ni de operaciones encubiertas. Los hombres que dirigen el imperio norteamericano no se avergüenzan con facilidad. Y es por eso que el imperio crece —una base en cada vecindad, lista para ser movilizada para acabar con cualquier amenaza al poder imperial, ya sea real o imaginada.
Cincuenta y ocho años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, todavía EE.UU. tiene bases militares importantes en Alemania y Japón; cincuenta años después del término de 1ª guerra en Corea, decenas de miles de soldados norteamericanos continúan estacionados en Corea del Sur.
“Norteamérica tendrá una presencia y un interés continuados en Asia Central de un tipo que no podíamos haber soñado antes”, declaró el secretario de EstadoColin Powell en febrero de 2002 (1).
Poco después en ese mismo año, el Departamento de Defensa de EE.UU. anunció: “Los militares estadounidenses se hallan desplegados en mayor cantidad de localizaciones de las que han existido nunca a través de la historia” (2).
Con el mismo grado de sutileza se han sucedido los anuncios desde principios de los 90 hasta nuestros días —coincidiendo con la estratégica desaparición de la URSS— y se han hecho sonar las trompetas en torno al deseo de Washington, a sus medios y a sus intenciones de dominar el mundo, al tiempo que se asegura a éste que los propósitos de tal cruzada son nobles.
Estas declaraciones han aparecido con regularidad en los documentos que emanan de la Casa Blanca y el Pentágono, al igual que de las comisiones designadas por el Gobierno y de los tanques pensantes identificados con las instituciones de seguridad nacional. He aquí la voz del imperio:
1992: “Nuestro primer objetivo es prevenir la reaparición de un nuevo rival, ya sea en el territorio de la antigua URSS o en otra parte, que represente una amenaza del tipo de la representada anteriormente por la URSS […] debemos tener en cuenta suficientemente los intereses de las naciones industriales avanzadas para no alentarlas a desafiar nuestro liderazgo o buscar revertir el orden económico y político establecido […] debemos mantener los mecanismos para detener a nuestros competidores potenciales de aspirar siquiera a un mayor papel a nivel regional o global”. (3)
1996: “Algún día nos ocuparemos de objetivos terrestres —barcos, aviones, objetivos en tierra- desde el espacio […] Vamos a pelear en el espacio. Vamos a pelear desde el espacio y dentro del espacio”. (4)
1997: “Con respecto al dominio del espacio, lo tenemos, nos gusta, y vamos a conservarlo”. (5)
2000: “La nueva [preparación militar] promedio es para mantener la superioridad militar sobre todos los rivales potenciales y para prepararnos ahora para futuras rivalidades militares, incluso si no pueden ser identificadas aún y su aparición eventual es sólo una especulación […]
Los requerimientos militares han sido detallados por evaluaciones concretas de las amenazas actuales a la seguridad. Guerras genéricas y capacidades genéricas son proyectadas como bases para la planificación.
Las particularidades de escenarios reales de conflicto se han vuelto secundarias a la necesidad generalizada de mostrar el dominio total del poderío estadounidense en todo el globo”. (6)
2001: “La presencia de fuerzas norteamericanas en regiones criticas alrededor del mundo es la expresión visible de la extensión del estatus de Norteamérica como superpotencia y como garante de la libertad, la paz y la estabilidad”. (7)
2001: “Si tan sólo dejamos avanzar nuestra propia visión del mundo, y nos atenemos a ella por completo, y no tratamos de ser listos y de unir a ella soluciones diplomáticas, sino tan sólo librar una guerra total contra estos tiranos, creo que cumpliremos muy bien nuestra tarea y nuestros hijos cantarán canciones sobre nosotros dentro de muchos años”. (8)
2001: La “Revisión de la Posición Nuclear” de la administración Bush, ordena a los militares preparar planes de contingencia para utilizar armas nucleares contra siete países al menos -China, Rusia, Iraq, Irán, Corea del Norte, Libia y Siria— y construir armas nucleares más pequeñas para ser empleadas en determinadas situaciones de combate. (9)
2002: En septiembre la Casa Blanca emitió su “Estrategia para la Seguridad Nacional”, que declara:
“Nuestras fuerzas serán lo bastante poderosas para disuadir a potenciales adversarios de fortalecerse militarmente con la esperanza de sobrepasar o igualar el poderío de Estados Unidos […]
Norteamérica actuará contra tales amenazas emergentes antes de que se hayan formado por completo […]
Debemos detener y defendemos de cualquier amenaza antes de que la misma se desate […] No podemos dejar que nuestros enemigos golpeen primero […]
Para prever y prevenir tales actos hostiles de nuestros adversarios,EE.UU. actuará preventivamente si es necesario”.
La acción preventiva fue el argumento imperial japonés esencial para justificar el ataque a Pearl Harbor en 1941, y el esgrimido por la Alemania nazi para justificar su invasión a Polonia en 1939. Para cualquier observador, el significado de la “Estrategia para la Seguridad Nacional” es el siguiente:
Aplastar las aspiraciones de quienes albergaban la esperanza de que el mundo se dirigiera hacia un sistema de derecho internacional que permitiera la solución pacífica de los conflictos, a través de convenciones y tribunales.
En lugar de esto, una sola potencia que desestima las convenciones y los tribunales ha proclamado su intención de dominar el mundo militarmente, mediante intervenciones preventivas dónde lo crea necesario para exorcizar amenazas…
Aquellos que deseen un mundo -en el que ninguna potencia sea suprema y donde las convenciones y las leyes sean utilizadas para solucionar los conflictos comenzarán un nuevo debate, acerca de cómo enfrentarse a la Norteamérica imperial. (10)
El Estado norteamericano estaba tan intoxicado con la idea de la dominación que cuando se anunció en noviembre de 2002 la formación de un grupo de asuntos públicos que viajaría a los campos de batalla “para interactuar con los periodistas, ayudar a los comandantes norteamericanos y enviar noticias y fotos a los cuarteles de mando para su divulgación”,se describió la operación como un intento de “dominio de la información. (11)
«El Presidente habla sobre la Paz», de Josep Renau. Fotomontaje, 1952.
La Guerra Fría ha terminado. ¡Que viva la Guerra Fría!
Es sin duda notable que en el siglo XXI el Gobierno de EE.UU. todavía anda lanzando enormes cantidades de explosivos de extraordinario poder sobre las cabezas de personas inocentes e indefensas. No se suponía que seria así.
A mediados de los 80, las reformas de Mijail Gorbachov constituyeron el principio del fin para el Estado soviético.
En 1989 el Muro de Berlín se derrumbó y la gente en toda Europa del Este lo celebró como “un nuevo dia”.
Estados Unidos se unió entonces a esta celebración invadiendo a Panamá, apenas unas semanas antes de la caída del muro.
Al mismo tiempo intervenía descaradamente en las elecciones en Nicaragua para derrotar a un gobierno de izquierda.
Poco después Sudáfrica liberó a Nelson Mandela y el apartheid comenzó a desplomarse, y antes de que terminara el 1990, Haiti celebró su primera elección libre y escogió a un progresista auténtico como presidente.
Parecía que todo era posible, el optimismo era tan general cómo hoy día el pesimismo.
Sin embargo, cuando Bulgaria y Albania “recién liberadas de las garras del comunismo”, como diría la prensa norteamericana, se atrevieron a elegir gobiernos que no eran aceptables para Washington, éste se interpuso y los derrocó.
En ese mismo periodobombardeó a lraq y a su pueblo durante cuarenta dias con sus noches, sin piedad y sin una razón buena y honesta.
Y ahi terminó nuestra esperanza por un mundo mejor y diferente. Pero los dirigentes norteamericanos no habían terminado.
En 1993 atacaronSomalia, intentando rediseñar su mapa politico, con más bombardeos y más muertes.
Intervinieron para derrotar movimientos de resistencia en Perú, México, Colombia y Ecuador, tal como si fuera la Guerra Fría en los 50 en Latinoamérica, y en los 60, los 70, los 80, y como lo siguió haciendo en los 90 en este nuevo siglo.
A fines de los 90, Washington podía ser encontrado interfiriendo en elecciones en territorios que habian pertenecido a la esfera soviética: Rusia, Mongolia y Bosnia.
En 1999 bombardearon a Serbia y Kosovo durante setenta y ocho dias interminables, la culminación del plan maestro de Washington para fragmentar a la República Federal Socialista de Yugoslavia, demonizada como «la última de los comunistas» (12).
Y una vez más, en el otoño de 2001, intervinieron de forma abierta y grosera en las elecciones nicaragüenses para impedir la victoria de la izquierda.
Al mismo tiempo bombardearon Afganistán y, según todas las probabilidades, mataron a más civiles inocentes que los que perecieron en EE.UU. el 11 de septiembre de ese año (13), al igual que dieron muerte a innumerables “combatientes” (entiéndase cualquiera que defienda la tierra donde vive de una invasión).
Muchos de los llamados “terroristas” extranjeros residentes en Afganistán en aquel momento, incluidos los entrenados en los campamentos de Al Qaeda, habian ido allí a luchar contra los soviéticos o a ayudar a los talibanes en su última guerra civil; para ellos se trataba de misiones religiosas, nada que ver con el terrorismo o EE.UU.
Entre las miles de víctimas de la invasión norteamericana, no se ha identificado a una sola que estuviera conectada con los eventos de aquel trágico día. Los terroristas del 11 de septiembre habían escogido edificios simbólicos para su ataque y EE.UU escogió un país simbólico para su represalia. (14)
Mientras continuaban devastando a Afganistán en 2002, Washington encontró tiempo para dar su apoyo indispensable a un plan para derrocar a Hugo Chávez y su gobierno popular en Venezuela, después de que éste dejó bien claro que Venezuela no iba a convertirse en una dependencia extranjera del imperio (15).
Y durante todos estos años ha mantenido su puño apretado en tomo a Cuba: todavía, después de un siglo de ocupación imperialista, se niega a evacuar la base de Guantánamo, ahora convertida en una moderna Isla del Diablo para el encarcelamiento ilegal y horrendo de hombres, y también de algunos niños, secuestrados en varias partes del mundo en la llamada Guerra contra el Terrorismo.
¿Qué tenemos? Al pueblo norteamericano se le ha inculcado por casi medio siglo que la Guerra Fría, incluida la guerra en Corea, en Vietnam, los grandes presupuestos militares, y todas las invasiones norteamericanas y los derrocamientos de gobiernos -aquellos que son conocidos- eran para combatir la misma amenaza: la conspiración del comunismo internacional con base en Moscú. Pero luego la URSS se disolvió.
El Pacto de Varsovia se disolvió. Los estados de Europa del Este se occidentalizaron. Los antiguos socialistas se volvieron capitalistas. Y nada cambió en la política exterior norteamericana.
Incluso la OTAN se mantuvo, la OTAN que había sido creada —o al menos eso nos dijeron- para proteger a Europa occidental de una invasión soviética, y no sólo se mantuvo, sino que aumentó su tamaño y su poderío militar, un tratado sobre ruedas que puede ser dirigido en cualquier dirección para complacer los deseos del momento de Washington —actuando como subordinada de EE.UU. en los Balcanes en forma de protectorado, invocando sus estatutos para justificar que sus miembros se unieran a EE.UU. en la invasión a Afganistán.
Y mientras Rusia cerraba sus bases en Eurppa del Este, Vietnam y Cuba, EE.UU, abría nuevas bases militares en los territorios de antiguas repúblicas soviéticas y en otras regiones del mundo. Mientras Rusia cerraba su estación de radio-inteligencia en Lourdes, Cuba, EE.UU. estaba Construyendo una poderosa estación de espionaje electrónico en Letonia, en la frontera soviética, como parte del sistema de espionaje global de Washington.
Todo había sido una estafa. La URSS y algo llamado comunismo per se no habían sido el objeto de los ataques globales de Washington.
Nunca hubo una conspiración comunista internacional.
El enemigo fue, y sigue siendo, cualquier gobierno o movimiento, o incluso individuo, que se interpone en el paso de la expansión del imperio norteamericano, sea cual sea el nombre que EE.UU. dé a su enemigo: comunista, Estado villano, traficante de drogas, terrorista…
¿Está EE.UU. contra el terrorismo?
El terrorista cubano Orlando Boch
¿Debemos creer ahora que el imperio norteamericano está contra el terrorismo?
¿Cómo se le llama a un hombre que vuela un avión y mata a 73 civiles por razones políticas, que realiza varios atentados contra diplomáticos; que dispara contra embarcaciones ancladas en puertos norteamericanos, que coloca explosivos en numerosos edificios comerciales y diplomáticos en EE.UU. y el extranjero?
Docenas de actos como esos. Su nombre es Orlando Bosch, es cubano y vive en Miami sin ser molestado por las autoridades.
La ciudad de Miami declaró un día en su honor: el Día del Dr. Orlando Bosch(16). Fue liberado de la prisión en Venezuela en 1988, donde se encontraba por causa de la voladura del avión, debido en parte a las presiones del embajador norteamericano en el país en aquel momento, Otto Reich, quien en 2002 fue designado para un alto puesto en el Departamento de Estado por el presidente Bush.
Después de que Bosch regresara a EE.UU. en 1988, el Departamento de Justicia lo condenó como terrorista violento y había decidido deportarlo, pero el presidente Bush padre lo impidió, con la ayuda de su hijo Jeb Bush en Florida (17).
Por tanto, ¿está el presidente Bush hijo y su familia contra el terrorismo?
Pues, si, están en contra de los terroristas que no son aliados del imperio. El avión que Bosch hizo estallar en 1976 era cubano.
En Cuba se le reclama por ese y otros serios crímenes, y los cubanos han pedido a Washington su extradición. Para Cuba él es como Osama bin Laden para EE. UU.
Pero EE.UU. se negó.Imagínense la reacción norteamericana si Bin Laden apareciese en La Habana y los cubanos se negaran a entregarlo. Imagínense la reacción de Washington si La Habana proclamase un Dia de Osama bin Laden.
El compromiso de Washington de luchar contra el terrorismo puede ser más cuestionado si se analiza su apoyo a la etnia albanesa en Kosovo, quienes constituyeron el Ejército de Liberación de Kosovo. El ELK, en pos de sus aspiraciones políticas, ha llevado a cabo numerosos ataques terroristas durante años en varias partes de los Balcanes, pero son aliados de Washington porque han atacado a gente que Washington no ve con buenos ojos.
Y son aliados a pesar del hecho deque el ELK tiene vínculos ideológicos y personales con Osama bin Laden y Al Qaeda, y a pesar de estar clasificado como organización terrorista por el propio Departamento de Estado (18).
Abril de 1999, miembros del ELK con las cabezas de dos de sus víctimas. «El UÇK o Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) respaldado por Al-Qaeda fue directamente apoyado y políticamente autorizado por la OTAN, a partir de 1998.
Pero según una fuente de Tim Judah, representantes del ELK ya se habían reunido en 1996 con las agencias de inteligencia americana, británica y suiza, y posiblemente «varios años antes».
Además, en los años 80 y 90, anticomunistas vietnamitas, camboyanos y laosianos residentes en EE.UU. financiaron e instigaron a sus compatriotas para colocar bombas y otro tipo de ataques contra sus gobiernos y conciudadanos, con la esperanza de desestabilizarlos; estas acciones —terroristas por definición— fueron realizadas con la aprobación implícita del Gobierno norteamericano, que hace oídos sordos al Acta de Neutralidad, ley que prohíbe a los ciudadanos norteamericanos o residentes en el país utilizar la fuerza para derrocar a un gobierno extranjero (19).
George W. Bush ha hablado también con vehemencia contra los que protegen a los terroristas —“aquellos que protejan a los terroristas amenazan la seguridad nacional de Estados Unidos”— (20) pero ¿lo dice en serio?
Debemos preguntar: ¿qué país alberga más terroristas que EE.UU.? Orlando Bosch es uno de los numerosos cubanos anticastristas en Miami que han realizado cientos de actos terroristas en EE.UU., en Cuba y en todas partes; todo tipo de ataques incendiarios, intentos de asesinato y colocación de explosivos.
Ellos han sido protegidos en EE.UU. durante décadas, como también otros muchos terroristas amigos, torturadores, violadores de los derechos humanos, etc., de Guatemala, Haití, El Salvador, Indonesia y de muchos otros países, todos aliados del imperio. (21)
La CIA ha estado muy ocupada buscando terroristas en las cuevas de las montañas afganas al mismo tiempo en que se sienta en los bares de Miami a compartir tragos con terroristas.
[Nota del edito del blog: Orlando Boch murió en Miami el 27 de abril de 2011. A pesar de sus innumerables actos de terrorismo, fue protegido por el gobierno de EE.UU. hasta el final de su vida: detrás de sus acciones siempre había estado la CIA, lo cualle sirvió de blindaje.
Dick Thornburgh, que fue Fiscal General de Justicia de EE.UU.,
llegó a calificar a Bosch como un “terrorista no arrepentido»]
La mafia imperial
Autor Michael Bierut
¿Qué debemos pensar de todo esto?
¿Cómo vamos a entender la política exterior estadounidense? Bueno, si se fuera a escribir un libro llamado “El imperio norteamericano para tontos”, en la página uno diría: Nunca repare en el factor moral.
La política exterior norteamericana no tiene ningún factor moral incluido en su ADN. Uno debe librar su mente de esa carga que sólo sirve para estorbar si uno debe buscar un significado en medio de los clichés y banalidades utilizados para formular esa política exterior.
Se trata de algo difícil de aceptar para la mayoría de los norteamericanos y de sus admiradores.
Ven a los dirigentes estadounidenses en televisión entre risas y sonrisas, bromeando, los ven con sus familias y los escuchan hablar de Dios y de amor, de paz y de orden, de democracia y libertad, de derechos humanos y justicia, y hasta de béisbol.
Estos dirigentes saben cómo condenar las atrocidades del mundo con palabras claras, justamente las que saben que a la gente le gusta oír, con el ahogo en la garganta en el momento preciso para mostrar lo conmovidos que están.
¿Cómo pueden personas así ser monstruos, cómo pueden ser llamados inmorales?
Se llaman George, Dick y Donald, no hay ningún Mohammed ni Abdalah en ese lote, y todos hablan inglés. La gente llamada Mohammed y Abdalah corta las manos de los ladrones para castigarlos.
Los norteamericanos saben que eso es horrible, son muy civilizados.
Pero la gente llamada George, Dick y Donald dejan caer bombas de fragmentación sobre ciudades y aldeas, las que no explotan se convierten en minas en la tierra y en poco tiempo un niño recoge una, o la pisa y pierde un brazo, o una pierna, o ambos brazos y ambas piernas, y a veces la vista, y eso después que las bombas que explotaron causaron su propio horror.
Pero quizás estos hombres no sean tan inmorales como amorales. No es que les cause placer provocar tanta muerte y sufrimiento.
Es que no les importa… lo mismo que pudiera decirse acerca de un sociópata. Mientras la muerte y el sufrimiento sirvan para hacer avanzar sus fines y las corporaciones adecuadas ganen dinero, poder, privilegios y prestigio, mientras la muerte y el sufrimiento no los toquen a ellos o a sus íntimos… simplemente no les importa si le pasa a otras personas, incluidos los soldados norteamericanos que lanzan a las guerras y regresan a casa —cuando regresan con síndromes como el del Agente Naranja o de la Guerra del Golfo consumiéndolos.
Los dirigentes norteamericanos no estarían en el lugar donde están si se preocuparan por tales cosas.
Cuando estaba escribiendo mi libro Estado villano entre 1992 y 2000, utilicé el término “imperio norteamericano” con cierta precaución porque no era de uso común, y no estaba seguro de si el público norteamericano estaba preparado para esta idea.
Pero no necesitaba tanta cautela. La idea de la hegemonía mundial de EE.UU. no sólo ha sido analizada públicamente, sino con orgullo, por partidarios del imperio —destacados intelectuales norteamericanos como Dinesh D’Souza del Instituto Hoover, quien escribió un articulo titulado “Elogio del imperio norteamericano”, en el cual plantea que “Norteamérica es la potencia imperial más magnánima que ha habido nunca” (22).
El columnista Charles Krauthammer ha hablado del “imperio únicamente benigno” de América(23). Michael Hirsch, editor de la revista Newsweek, se agregó al coro de cantos de autoalabanza al decir:
“Los aliados de EE.UU. deben aceptar que el unilateralismo de EE.UU. es inevitable, incluso deseable. Esto implica, principalmente, aceptar la realidad del supremo poderío de Norteamérica, y de manera sincera, apreciar cuán afortunados son históricamente al estar protegidos por una potencia tan benigna relativamente” (24).Robert Kagan, una luminaria de la política exterior norteamericana, había escrito antes:
“Y la verdad es que la hegemonía benevolente ejercida por Estados Unidos es buena para una vasta porción de la población mundial.
Es ciertamente un mejor arreglo internacional que todas las alternativas realistas”. (25)
De esta forma la gente que está casada con la política exterior norteamericana y pueden vivir con ella, concluyen y proclaman, e incluso creen, que tales políticas producen una fuerza humana, un imperio ilustrado, y llevan el orden, la prosperidad y un comportamiento civilizado a todas partes, y que si EE.UU. se ve “forzado” a ir a la guerra, la realiza en forma “humanitaria”.
Tal como el lector habrá notado, los documentos que avalan este libro describen con minuciosos detalles lo exactamente opuesto; muestran la terrible violencia y crueldad, la supresión de cambios sociales necesarios y muchas otras consecuencias espantosas de las intervenciones de EE.UU. en las vidas de la gente en las cuatro esquinas del mundo durante más de medio siglo.
George W. Bush
Los escribas del imperio parecen ser tan amorales como los funcionarios de la Casa Blanca y del Pentágono.
Después de todo, las partículas de uranio empobrecido no están alojadas en sus pulmones para irradiar desde allí por el resto de sus vidas; el Banco Mundial y el FMI no están destruyendosu economía y sus servicios básicos; no son sus familias las que deambulan en busca de refugio en el desierto.
Los líderes del imperio, la mafia imperial —George W. Bush, Donald Rumsfeld, Richard Cheney, Colin Powell, Condoleezza Rice, Paul Wolfowitz, Richard Perle, et al.— y todos sus escribas igualmente, son tan fanáticos y fundamentalistas como Osama bin Laden, en lugar de gritar ¡Alá!, gritan ¡Dios es grande! ¡USA, USA,USA!
Kagan, uno de los arquitectos intelectuales del intervencionismo que busca imponer al mundo una agenda neoconservadora, por cualquier medio que se requiera, ha declarado que EE.UU. debe negarse a aceptar cualquier convención internacional, tal como el tribunal internacional, o el acuerdo de Kyoto sobre el calentamiento global.
Estados Unidos, dice, “debe apoyar el control armamentista, pero no siempre para sí mismo.
Debe vivir bajo un doble estándar” (26). Y también esta Robert Cooper, un alto diplomático británico y asesor del primer ministro Tony Blair. Cooper escribe:
“El desafio al mundo postmodemo es acostumbrarse a la idea de losdobles estándares. Cuando se lidia con estados más anticuados fuera del continente europeo postmoderno, necesitamos acudir a métodos más toscos, de una época anterior: la fuerza, ataques preventivos, engaños, lo que haga falta para lidiar con aquellos que todavía viven en el siglo XIX, de cada país para sí mismo” (27).
Su expresión “cada país para sí mismo” puede explicarse mejor de esta forma: cada Estado que no esté dispuesto a someterse al imperio norteamericano y a su mejor amigote de Londres.
De modo que ahí lo tienen: el doble estándar es una realidad. La regla dorada de hacer a otros lo que no dejarías que te hicieran a ti.
La mafia imperial y su corte de intelectuales como Kagan y Cooper tienen verdaderas dificultades al tratar de vender o defender su visión del mundo sobre bases legales, morales, éticas o simplemente justas. Por eso han decidido no regirse por tales estándares.
El oro líquido, una vez más
La ocupación norteamericana de Afganistán sirvió para el propósito de establecer un nuevo gobierno que fuera lo suficientemente favorable a los objetivos internacionales de Washington, incluida la instalación de bases militares y estaciones de escucha así como la administración de oleoductos y gaseoductos seguros a través de Afganistán desde la región del Mar Caspio, una vez que el país haya sido pacificado.
Durante años los barones del petróleo en EE.UU. han puesto sus ojos en las enormes reservas del combustible y de gas alrededor del Mar Caspio, y previeron la ruta a través de Afganistán y Pakistán hasta el océano Índico.
Los petroleros han sido bastante francos acerca de este asunto y han hecho declaraciones abiertas al respecto ante el Congreso (28).
Después de Afganistán, su avaricia se volvió hacia las todavía mayores reservas de petróleo de lraq. Una vez más, el público norteamericano tenia que ser preparado.
El reconocido autor de novelas de espionaje John le Carré ha comentado:
“La forma en que Bush y los suyos consiguieron desviar la ira de Norteamérica de Bin Laden a Saddam Hussein es uno de los más grandes trucos de hechicería de las relaciones públicas en la historia”(29).
Mientras escribo esto en abril de 2003, EE.UU. ha completado el bombardeo, la invasión y la toma de posesión de la asediada sociedad iraquí, causando gran destrucción, matando a miles de inocentes —tanto civiles como soldados- en el proceso, dejando a un número mayor de otros mutilados y arruinados.
“Da la impresión de ser el bombardeo de una ciudad, pero no lo es”, declaró el secretario de Guerra de EE. UU., Donald Rumsfeld, al defender el “bombardeo de precisión» norteamericano (30). Washington contempló los resultados de sus acciónes militares, que otros habrían calificado de horripilantes, y los llamó “liberación» porque el régimen de Hussein había sido derrocado.
Antes de esto, la mafia imperial había desarrollado un show propagandístico durante todo un año para convencer a los norteamericanos y al mundo que la única superpotencia del mundo no tenía otra elección que atacar a un país soberano e impedido que no había atacado a EE. UU., que no había amenazado con atacar a EE. UU., que sabía que implicaría un suicidio para ellos atacar a EE.UU.
La tesis de la mafia imperial era muy extraña, no sólo porque Iraq no representaba amenaza alguna —como lo demostró la fácil victoria militar obtenida- sino porque la mafia imperial sabía que Iraq no era una amenaza en lo absoluto.
Estuvieron contando una historia detrás de otra al mundo acerca de por qué Iraq era una amenaza, una amenaza inminente, una amenaza creciente cada día, una amenaza nuclear, una amenaza química, una amenaza biológica, que Iraq era un Estado terrorista, que Iraq estaba vinculado a Al Qaeda… sólo para que cada historia cayera por su propio peso. Insistieron una y otra vez que Iraq debía aceptar el regreso de los inspectores de armas de la ONU, y cuando Iraq accedió, entonces la mafia imperial declaró que no era suficiente y comenzó a restarle importancia al esfuerzo.
Porquela Casa Blanca anhelaba la guerra, y la consiguieron, después de burlarse de las mayores protestas antibelicistas que ha presenciado el mundo, además de desconocer la avasalladora oposición de la ONU y los conceptos más preciados del derecho internacional y de la colaboración para lograr la paz en el planeta.
Todavía está por ver cómo va a sobrevivir el organismo internacional relegado a un papel de humillante irrelevancia en la cuestión más importante que puede enfrentar, una institución que tiene en la primera frase de sus estatutos la determinación de “salvar a las generaciones sucesivas del azote de la guerra, que ha traído dolor inenarrable a la humanidad por dos veces en nuestro período de vida”.
¿Tiene algún sentido la posición de Washington? ¿Esta súbita necesidad de pelear una guerra en ausencia de combates?
Lo tiene si uno entiende que la invasión nada tenía que ver con la maldad de Saddam Hussein ni con sus supuestas armas de destrucción masiva.
Cuando después de semanas de ocupación militar en Iraq resultó imposible encontrar tales armas, la Casa Blanca declaró que las mismas no eran, después de todo, la razón real para la invasión.
Lo que estaban haciendo era golpeando al terrorismo, aseguraron al mundo. “No estábamos mintiendo”, dijo un funcionario. “Es sólo una cuestión de énfasis” (31).
Entre otras razones la guerra era para reemplazar a Hussein por un gobierno títere, como se hizo en Afganistán; en este caso un gobierno de ocupación norteamericano, lo que posibilita a las compañías petroleras estadounidenses a operar en Iraq con plena libertad; al mismo tiempo el país quedó abierto a todo tipo de corporaciones transnacionales, que harán al país ocupar su lugar en el nuevo orden mundial de la economía globalizada, y el imperio norteamericano añade otro país y unas cuantas bases más desde las cuales ejercer el control y rehacer el Medio Oriente en el estilo amoral preferido de la mafia imperial, al cual, es de presumir, los niños de la región entonarán cantos de alabanza en los años venideros (32).
La aceptación de EE.UU. de que los inspectores de armas de la ONU regresaran a Iraq en diciembre de 2002 había sido una farsa para aplacar la inesperada oposición del mundo a la planeada invasión de Washington.
Tres meses de inspecciones antes de que comenzara la invasión no ofrecieron prueba alguna de la existencia de armas prohibidas.
En los años 90, durante siete años los inspectores de la ONU habían encontrado y destruido grandes cantidades de armas químicas, biológicas y nucleares en Iraq. Scott Ritter, el jefe de los inspectores de la ONU en el país afirmó en 2002: “Desde 1998 Iraq ha sido desarmada en lo fundamental; entre 90% y 95% de las armas de destrucción masiva de Iraq se han eliminado probadamente.
Esto incluye todas las fábricas utilizadas para producir armas químicas, biológicas y nucleares, y misiles de largo alcance; el equipamiento asociado a estas fábricas y la gran mayoría de los productos provenientes de las mismas” (33).
En el mismo período, el director de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Mohammed El Baradei, informó que su agencia había «desmantelado grandes instalaciones relacionadas con armas nucleares.
Neutralizamos el programa nuclear de Iraq. Confiscamos su material utilizable con fines bélicos.
Destruimos, eliminamos o inutilizamos todas las instalaciones y equipamientos importantes para la producción de armas nucleares” (34).
Esta era, pues, la terrible amenaza de Iraq que debía ser barrida, una sociedad terriblemente debilitada ya por doce años de sanciones económicas, que fueron calificadas por el asesor de seguridad nacional de EE.UU. como “las sanciones más radicales impuestas a una nación en toda la historia de la humanidad” (35).
Elocuente viñeta que representa la relación entre el imperialismo de EE.UU. y la apropiación de los recursos petrolíferos de aquellos países que sufren la política exterior del Imperio. Autor: ?
La política exterior norteamericana: un laboratorio para cultivar el virus del terrorismo antinorteamericano
“Lo arrasamos. No quedó nada, sólo tierra y polvo”.
Mayor general Franklin Hagenbeck, del Ejército de EE.UU. al informar sobre la destrucción de tres aldeas en el valle de Shahikot en Afganistán (36)
El bombardeo norteamericano a Afganistán, comenzado el 7 de octubre de 2001 y seguido por la ocupación militar de la mayor parte del país, dio lugar a docenas de acciones terroristas contra individuos e instituciones norteamericanas, cristianas y otras occidentales, tanto en el sur de Asia como en el Medio Oriente y otras partes del mundo; sólo en Paquistán hubo una docena de ataques (incluido el secuestro y asesinato del corresponsal del Wall Street Journal, David Pearl)(37) y en Bali, Indonesia, tuvo lugar el más desastroso el 12 de octubre, pues en él murieron más de ciento ochenta personas, casi todas australianas, norteamericanas y británicas; los dos sospechosos principales arrestados en ese caso dijeron haber actuado en represalia por el ataque estadounidense contra Afganistán y los musulmanes (38).
El ataque posterior contra Iraq —una guerra que nadie deseaba excepto la mafia imperial— puede haber decidido a miles más en todo el mundo musulmán a convertirse en la próxima generación de terroristas que lleve a cabo la jíhad contra el gran Satán.
¿Ha aprendido algo la élite de poder norteamericana de los frecuentes ataques terroristas de los que ha sido blanco en todos estos años? James Woolsey, ex director de la CIA y miembro del Consejo Político del Departamento de Estado, al hablar dos meses después del comienzo de los bombardeos en Afganistán, defendió una posible invasión a Iraq y mostró su menosprecio por la reacción del mundo árabe; dijo que el silencio de los pueblos árabes ante las victorias norteamericanas en Afganistán probaban que “sólo el miedo restablecerá el respeto hacia EE.UU.?”
De manera similar, una frase atribuida a diversos dirigentes del Imperio Romano ha sido utilizada por funcionarios de la administración Bush: oderínt dum metuant: “que nos odien siempre que nos teman” (40).
El Departamento de Estado puede haber aprendido algo.
Al cumplirse un año del ataque terrorista del 11 de septiembre y posteriormente, el Departamento efectuó conferencias acerca del modo de mejorar la imagen de Norteamérica en el extranjero a fin de reducir el nivel de odio. Pero sólo quieren modificar la imagen, no incluyen un cambio de política.
Y los resultados registrados por esa política son los siguientes: desde 1945 hasta 2003, EE.UU. intentó derrocar a más de cuarenta gobiernos extranjeros, y de aplastar más de treinta movimientos nacionales. populares que luchaban contra regímenes intolerables.
Durante el proceso, EE.UU. bombardeó cerca de veinticinco países y causó la muerte a varios millones de personas, aparte de condenar a muchos millones más a una vida de agonía y desesperación.
“La idea es crear un entorno antiterrorista global [dijo al New York Times un alto funcionario del Departamento de Defensa en 2003] de modo que en 20 ó 30 años el terrorismo será como la trata de esclavos, una total vergüenza” (41).
El mundo sólo puede preguntarse cuándo las guerras de agresión norteamericanas, que disparan misiles en el corazón de una ciudad y utilizan uranio empobrecido y bombas de fragmentación contra la población serán una vergüenza total.
De hecho ya lo son, pero EE.UU. que se dedica a la guerra con la misma intensidad con que otras naciones se esfuerzan por sobrevivir, no lo sabe aún. En lugar de eso practica la guerra perpetua por la paz perpetua.
William Blum
Digitalización, imágenes y arreglos:
blog del viejo topo
[Nota editor del blog. Sobre este último epígrafe («La política exterior norteamericana…») al lector quizás le resulte interesante leer
«Las infra-víctimas y el macabro olor del terror», donde narro cuál fue mi vivencia del atentado del 11S estando en Mozambique.
En dicha entrada cuento las reacciones provocadas entre la población, tanto en el instante de producirse el atentado como a lo largo del siguiente año.
Fue una experiencia personal que me anima a avalar la veracidad de la afirmación de Blum, «La política exterior norteamericana es un laboratorio para cultivar el virus del terrorismo antinorteamericano»].
En una aldea del norte de Mozambique, 2004.
La tradicional capulana es una tela rectangular que sirve de falda, aunque también se utiliza para otros menesteres.
En la foto, una joven viste con una capulana que lleva el rostro de Osama bin Laden y una representación de las Torres Gemelas ardiendo.
Capulanas, camisetas y otras prendas con este tipo de motivos en los que se hace apología del atentado del 11S, fueron muy populares en Mozambique durante los dos o tres primeros años después del atentado. Refleja el odio que despierta EE.UU. y su política exterior, verdadero»laboratorio para cultivar el virus del terrorismo antinorteamericano» como dice Blum. Sobre mi vivencia personal del 11S en Mozambique, ver
«Las infra-víctimas y el macabro olor del terror«.