Tomado de Tierra, alma y sociedad. Kairós
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Tenemos que pasar del viejo paradigma
caracterizado por la fragmentación, el dualismo, la desconexión y la división
al nuevo paradigma de la integridad, la conectividad y la relacionalidad.
Según el viejo paradigma la economía está basada en el principio de linealidad:
toma, usa y desperdicia.
En el nuevo paradigma la economía será cíclica como la naturaleza:
toma con agradecimiento, usa con moderación, repón lo que has tomado
y devuelve los restos a la tierra
para que se conviertan en compost: sin desperdiciar, sin contaminar y sin agotar.
En el viejo paradigma el crecimiento económico se paga a cualquier precio. En el nuevo paradigma, el crecimiento de la economía no tiene ninguna importancia. Lo que importa es el crecimiento del bienestar y la felicidad. Un país como Bután, donde el producto nacional bruto (PIB) se sustituye por la felicidad nacional bruta (FNB), es un ejemplo de cómo dar un paso hacia adelante, hacia el nuevo paradigma.
En el viejo paradigma el desarrollo dirigido a los pobres toma la forma de ayuda o caridad, sin embrago en el nuevo paradigma nos orientamos hacia las causas de la pobreza y trabajamos por la justicia social y la solidaridad. En el viejo paradigma, el desarrollo se introduce desde fuera hacia adentro, economistas y políticos miran a los pobres y dicen: ustedes necesitan una carretera, necesitan un hospital, necesitan una escuela, necesitan una industria, por lo que traeremos gente de fuera que las construirán, ustedes pagarán por ello en forma de contribuciones, seguros, peajes e impuestos.
En el nuevo paradigma los que vienen de fuera no ejercen ningún control ni son propietarios de los recursos locales y respetan las tradiciones, la cultura, los conocimientos, la medicina y todas las formas de vida locales de tal modo que las comunidades locales adquieren la capacidad de sostenerse a sí mismas y de desarrollarse desde dentro hacia fuera. Si las personas que vienen de fuera desean ayudar de verdad, lo que hacen es integrarse en la comunidad local, vivir dentro de ella y encontrar un modo de vida en las mismas fuentes donde lo encuentra la comunidad local.
En el viejo paradigma se presta atención al aumento del nivel de vida y a la obtención de automóviles, computadores y otros bienes de consumo. En el nuevo paradigma lo que importa es la calidad de vida y no la cantidad de posesiones. Lo que es importante es la salud, la creatividad, la cultura, la artesanía, la alimentación, la familia, la amistad, la reciprocidad y el tiempo para ser y no la lucha continua para tener.
En el viejo paradigma, lo más grande es lo mejor. Grandes represas, grandes fábricas, grandes empresas, grandes negocios, grandes ejércitos y grandes gobiernos. En el nuevo paradigma, lo deseable es lo pequeño, se da valor a la sustancia, no a la medida.
En el viejo paradigma, las ciudades son centros de progreso. Altos rascacielos, espléndidos edificios bancarios, seductores casinos y tentadores centros comerciales se consideran símbolos de la civilización. En el nuevo paradigma, los mayores logros son la cultura de la agricultura, el cuidado del campo, la integridad de las comunidades rurales, la valorización del papel de los pueblos como centros mercantiles, la conservación de la naturaleza y la renovación de los modos de producción manuales y artesanales.
En el viejo paradigma dominan las máquinas, la mecanización es mejor que el trabajo manual, el progreso se mide por la cantidad de trabajo realizado por las máquinas, se espera que todos los problemas tengan una solución tecnológica, que la tecnología dé respuesta a todas las necesidades humanas. En el nuevo paradigma, el trabajo humano es digno. Servir, fabricar con las manos, construir, cuidar los huertos, cocinar y muchas otras actividades humanas tienen un valor intrínseco. La máquina es una ayuda para las manos humanas, pero no las sustituye. La máquina es bienvenida en tanto que herramienta a nuestro servicio, no como dominadora.
En el viejo paradigma, el monocultivo va a la cabeza. Las cadenas comerciales ocupan las principales calles. Las mismas marcas, las mismas prendas, los mismos alimentos, los mismos restaurantes en todas partes. Una misma arquitectura se extiende por las ciudades de todo el mundo. En el nuevo paradigma la diversidad cultural y la biodiversidad es un factor central de las organizaciones sociales y de los asentamientos humanos. Las diferencias locales en todos los aspectos de la vida son fundamentales. Se fomenta y se protege el queso local, el vino local, la artesanía local, los alimentos locales, la ropa local, la música local, el baile local, aunque también se respetan y se aprenden las culturas de otros países.
En el viejo paradigma, la globalización es la columna vertebral del comercio. Los países se especializan en unos pocos productos y los exportan a todo el mundo para servir a la economía global. En nombre de la ventaja comparativa, se fomenta la competitividad. Fusiones, absorciones y monopolios favorecen a los fuertes y poderosos y perjudican a los débiles. El darwinismo social de supervivencia de los más adaptados rige el mercado y gobierna el comercio internacional. En el nuevo paradigma, se prefiere lo pequeño y lo local. El comercio no sirve solamente para intercambiar bienes y maximizar el beneficio, también es una forma de mejorar las relaciones humanas y se busca la interdependencia en tanto que un modo de favorecer la amistad. En lugar de globalización, la localización garantiza la sostenibilidad del medio ambiente y fortalece las comunidades locales.
En el viejo paradigma, las decisiones se toman desde la cúpula, como si las personas que están en ella conocieran mejor la situación que las que están por debajo. Es en la capital de la nación donde se redactan las normativas y las reglamentaciones, donde se aprueban las leyes y donde se recogen los impuestos, donde se ubican los parlamentos, los tribunales de justicia, la administración pública y las grandes sedes de bancos y empresas. En el nuevo paradigma, el principio de subsidiariedad se respeta a conciencia. Se confía en las personas para que gestionen y manejen sus propios asuntos. Las organizaciones centrales se limitan a las cuestiones que requieren tomar decisiones centrales. Por otra parte, se empodera a las comunidades locales para que tomen sus propias decisiones en cuanto a salud, educación, orden público, impuestos, transportes y todas las demás actividades necesarias.
En el viejo paradigma, el método científico es reduccionista y es la única forma de conocimiento, la única fuente de verdad. Se suele considerar que lo que no se puede medir, analizar y definir no existe. En el nuevo paradigma, hay muchas formas de conocimiento, incluida la científica. Tienen el mismo rango de credibilidad la intuición, la religión, los sentimientos, la mitología y las historias transmitidas oralmente. Además del conocimiento empírico, también se respeta la visión indígena. «La ciencia sin la religión está ciega y la religión sin la ciencia anda coja.»
El viejo paradigma es mecanicista; la Tierra se compara con las máquinas y se considera una materia inanimada y muerta. En el nuevo paradigma, la Tierra es Gaia, un organismo vivo, una comunidad biótica, un sistema vivo que se autorregula y se autosostiene.
El viejo paradigma es dualista, tal como lo define René Descartes, y es seguido por la mayoría, si no por todos los estamentos científicos y educativos. En este dualismo, la mente está separada de la materia y la mente rige la materia. El nuevo paradigma es no dualista. Mente y materia son una sola cosa e inseparables. La física cuántica es la física del nuevo paradigma, donde no hay distinción entre el observador y lo observado.
El viejo paradigma es jerárquico, da lo mismo si es el sistema clasista de Occidente o el sistema de castas de Oriente. Ambos sistemas están atrapados en la idea de superioridad e inferioridad. Los negocios se llevan a cabo en el marco de jefes y trabajadores. En las órdenes religiosas hay papas y sacerdotes, ayatolás y mulás, gurús y discípulos. La gente sufre sometida a las jerarquías del color, la raza y el género. Y todas las especies sufren debido al especismo. El nuevo paradigma se basa en las redes. Todos los seres están interrelacionados y vinculados a través de una evolución y un origen comunes. Todas las personas comparten una humanidad común. La Tierra es una red de vida y una comunidad biótica.
En el viejo paradigma, se ejerce control, ya sea a través del poder militar, el dinero o el conocimiento. Controlar a los demás forma parte del engranaje de la educación, del gobierno y de los sistemas económicos. Los que mandan quieren tener el control y temen perderlo. El nuevo paradigma está basado en el concepto de participación. La gente participa en el proceso de la vida. Fluyen con ella. Aceptan lo que es y lo que emerge, sea lo que sea. Están abiertos a los fenómenos a los que da lugar la imaginación, la creatividad y las formas y modelos de la naturaleza siempre cambiantes.
Este nuevo paradigma se construye sobre los cimientos de tierra, alma y sociedad.