El historiador griego Hesíodo habló de la maravillosa naturaleza de la última edad de oro, cuando «abundaba la paz y la prosperidad». Los antiguos mayas y los hopis usaron nombres como «mundos» y «soles» y los numeraron para identificar épocas específicas con los mitos de los hopis los cuales nos hablan de ciudades en el fondo del mar. No fueron solo los griegos y los mesoamericanos los que rompieron el gran ciclo en fases ascendentes y descendentes, con cuatro períodos cada uno. De acuerdo con las escrituras védicas, cuando el equinoccio de otoño se mueve de Virgo a Aries, la humanidad se mueve a través del ascendente Kali, Dwapara, Treta y Satya yugas, o eones, antes de disminuir lentamente en orden inverso a medida que el equinoccio completa su viaje (las marcas Satya Yuga una era dorada). Estos períodos se corresponden perfectamente con los griegos y las primeras civilizaciones mediterráneas.
Cualquiera que sea el lenguaje utilizado, el concepto es el mismo. En su libro, La Ciencia Sagrada (1894), Sri Yukteswar explica que cuando nuestro sistema solar se encuentra en un punto más alejado de su estrella compañera, la conciencia de la humanidad está en su punto más bajo (el último que ocurrió alrededor del año 500 d.C), y cuando el sol está en su punto más cercano (que se produce a continuación en 12,500 d.C), la conciencia alcanza su punto más alto en este ciclo. Estos puntos celestes están ubicados en la intersección del sol del equinoccio de otoño y una de las doce constelaciones del zodiaco: el reloj celeste. Cuando el sol AE está en Aries, que casi siempre se coloca en la posición de las doce en punto del zodíaco, la Tierra se encuentra en el mejor entorno estelar posible, lo que facilita que muchas personas experimenten un estado de conciencia despierto. Cuando el sol de AE está en la constelación de Libra, las condiciones son peores, y prevalece una edad oscura, un período de conciencia engañosa.
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