Son muchos los caminos, las modalidades y mediaciones que propician la contemplación. En un intento de aclarar ―aunque también con el riesgo de simplificar― podemos identificar tres grandes vías que se corresponden con los tres centros del ser humano: el cuerpo, el corazón y la mente. El cuerpo, a través de los sentidos, abre la vía de la percepción; el corazón abre la vía de la devoción, del afecto o del amor; y la mente, relacionada con la conciencia, abre la vía de la indagación y del conocimiento. Las tres corrientes están de alguna manera en todas las tradiciones, pero podemos decir que el ejercicio de la percepción es más característico del budismo y el taoísmo; el camino del amor es más propio del cristianismo, aunque también está presente en las vías afectivas-devocionales del sufismo, del judaísmo (el hasidismo), el hinduismo bhakti y más minoritariamente en el budismo a través de la corriente de la Tierra Pura. Por lo que se refiere a la vía de la mente-consciencia es más propia del hinduismo (presente en la corriente jñana y en el Vedanta), así como en ciertas corrientes del budismo como el Zen Rinzai, y también en las vías gnósticas del sufismo, de la Cábala judía y del cristianismo esencialista (Evagrio Póntico, Maestro Eckhart, Nicolás de Cusa, etc.).
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