Según Anaximandro, el principio y origen de todas las cosas es el «apeirón», que se traduce por «aquello que carece de límites» o lo «ilimitado». Agrega que múltiples universos emergen cíclicamente de este principio, se desarrollan y colapsan, y retornan a él.
Lo que sostiene es atinado. Todo lo que percibimos en el universo es limitado: los seres están constituidos por límites y se definen en base a ellos.
¡Observa una burbuja! Todo lo que conforma su identidad está forjado por límites, empezando por su delimitada forma esférica, que establece una distinción entre ella y lo otro. ¿Qué era esa burbuja limitada antes de nacer? Antes de existir, aquella burbuja no era y por ende no contaba con una forma que la delimitara y permitiese, así, su existencia. Y puesto que carecía de límites, era lo ilimitado, era el apeirón mismo. ¿Qué ocurrirá con esa burbuja cuando reviente? Fenecerá, perderá su forma, aquella forma que la define y la delimita, y así irrumpirá en el reino de lo no existente. Libre, ya, de todo límite, será lo ilimitado, el apeirón mismo.
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