¿Dónde está lo real, en el cielo o en el fondo de las aguas? En nuestros sueños, el infinito es tan profundo en el firmamento como bajo las aguas. El sueño le da al agua el sentido de la patria más lejana, de una patria celeste.
Gaston Bachelard, El agua y los sueños
El agua representa el elemento plástico de la naturaleza, permeable, fluido, magnético, reflector. Desde siempre se ha identificado con la psique en su amplio sentido, ese universo de vivencias interiores en el que se gesta sutilmente todo proceso de transformación y de crecimiento necesarios para el despliegue de la vida misma. Para comprender esto resulta necesaria una breve aproximación a cómo se ha considerado este elemento en sentido arquetípico y universal desde las tradiciones sagradas más importantes, en lo que sería el legado de una misma sabiduría perenne. Pues es el elemento generador de las imágenes por excelencia y nada mejor para su comprensión profunda que la visión milenaria de sus mitos.
Lo que destaca de forma unánime es el símbolo universal de unas aguas primordiales, un estado amorfo, indiferenciado, caos metafísico en la noche de los tiempos que precede a todo acto “cósmico”, creativo, ordenador y discriminativo. Es así que estas aguas serían la verdadera materia prima, esa sustancia original de la que emergen todas las formas de vida en tanto fuente y origen. Ante todo representan la matriz de todas posibilidades de existencia, la totalidad indefinida que gesta en su seno todas las formas en estado sutil de latencia, a modo de receptáculo de todos los posibles gérmenes y semillas.