Los autores de esta investigación, procedentes de Francia e Israel, explican en su artículo que la mente humana tiene una tendencia automática a evitar darse cuenta de su propia mortalidad.
Lo que hace el cerebro es procesar la información sobre la muerte pensando que es más probable que le suceda a otra persona, en vez de a uno mismo.
Para conseguir este efecto, la actividad cerebral se modifica para protegernos de la amenaza existencial, señalan los autores de esta investigación.
Añaden que, aunque se desconoce cómo se implementa este mecanismo de protección a nivel neuronal, probablemente sea la capacidad predictiva del cerebro la que consigue la negación de la muerte y así proteger al yo del miedo a morir.
El cerebro hace constantemente predicciones sobre eventos futuros que le permiten una rápida adaptación a la cambiante realidad del entorno. Esa capacidad es la que también nos evita que pensemos en la muerte propia.
Esa protección puede activarse desde la infancia, a medida que nuestras mentes se desarrollan y nos damos cuenta de que la muerte nos llega a todos, señalan los investigadores.
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