Bill Gates, creador de Microsoft Corporation, en su momento expresó que en la juventud se encontraba consumida en su propio mundo de autorreconocimiento: crear su propia marca que tuviera un impacto y pudiese rentabilizarse por sí sola. Gozar de los beneficios de un trabajo constante. Sin embargo, con los años encima, él empezó a observar el impacto de su trabajo en él y su alrededor. Se llegó a cuestionar si había pasado el suficiente tiempo con su familia, si realmente tuvo la apertura para aprender, si creó nuevos vínculos o fortaleció los que ya tenía. E incluso sentenció: “Estas preguntas me hubiesen resultado graciosas cuando tenía 25 años, pero conforme me hice viejo, ahora son mucho más significativas para mí”.
En la última película de Todd Phillips, Joker (2019), se evidencia que la carencia de vínculos tanto familiares como sistemáticos (familia, vecindario, escuela, trabajo, gobierno) puede tener un impacto significativo en la salud biopsicosocial de una persona. Desde una premisa epigenética, la carencia de vínculos nutrientes y saludables tiene efectos en el desarrollo tanto de neurotransmisores regulatorios como de patrones conductuales de socialización y un autoconcepto alterado de la realidad.
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