Todas las tradiciones tibetanas, en términos generales, forman parte de la misma escuela filosófica, cuyas bases se encuentran en las obras del noble Nagarjuna (150-250 EC).
Este erudito indio, tras estudiar todas las enseñanzas del Buddha y realizarlas en su práctica meditativa, articuló sus claves filosóficas en lo que se conocería como la escuela madhyamaka («Camino del Medio»), cuya filosofía, de acuerdo a los tibetanos, es la más sublime y precisa del universo.
La filosofía madhyamaka propone que la realidad tiene dos facetas. Por una parte está la perspectiva de la verdad relativa, que acepta las convenciones humanas y la funcionalidad de los fenómenos. Por otra parte, y simultáneamente, está la perspectiva de la realidad última, en la que todo fenómeno, tanto subjetivo como objetivo, carece de existencia inherente, independiente y eterna.
Aunque la filosofía madhyamaka exige muchos años de cuidadoso estudio para comprender sus sutilezas, podemos introducirnos en su profunda visión de la realidad mediante tres niveles, cada uno más sutil que el anterior:
- impermanencia
- interdependencia
- vacuidad
1. Impermanencia
La impermanencia se refiere a la transitoriedad de todos los fenómenos, tanto objetivos como subjetivos. Estudiar, reflexionar y meditar en ella nos pone en contacto con la fluidez de la realidad, donde nada permanece estático. La aceptación del incesante cambio, a su vez, nos lleva a vislumbrar no solo la semilla transformándose en una planta, sino la red de condiciones que colabora en producir la percepción de «planta».