La idea económica fundamental que mueve a nuestra civilización es el crecimiento. El crecimiento a toda costa. Ya sean los CEOs de empresas multimillonarias o los políticos, lo fundamental para estas personas es simplemente entregar un resultado de crecimiento. Cada año o cada cuatrimestre, los números deben estar arriba -esto significa que seguimos progresando, que nuestra empresa humana sigue adelante-. Crecer, tener más ingresos o más ganancias, ha sido emparentado con la prosperidad, con el bienestar (pero esto es una crasa ilusión).
Más allá de que el crecimiento económico no se traduce en auténtico bienestar, hay actualmente una razón aún más importante para abandonar la idea de crecimiento económico a ultranza. Como explica Vaclav Smil, es muy simple: vivimos en un planeta finito, con recursos que se están agotando y con un nivel de consumo energético insostenible que está afectando todas las esferas biológicas.
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