Muchas veces nos encontramos frente a un cierre de algún ciclo y podemos reaccionar de diferentes formas, pero muchas de ellas incluyen un porcentaje de resistencia a ese final.
Si nos detenemos un poco a mirar cada una de las experiencias de nuestras vidas, podemos hacer una pausa para analizar qué encerró para nosotros cada final y mirar cómo, luego de cada uno de ellos, sobrevino el comienzo de algo.
No importa qué haya terminado, siempre representa el inicio de otra etapa, de otra forma de vida, de un nuevo estado, de algo que diferente. Que no necesariamente es positivo o negativo en relación a lo anterior, simplemente es nuevo. Porque incluso si volvemos a experimentar estados de nuestro pasado, fácilmente podemos darnos cuenta de que esta vez es diferente, por el simple hecho de que nosotros no somos los mismos que en la anterior oportunidad.