¿Fue un inventor autista quien comenzó una revolución tecnológica en la Edad de Piedra? ¿Fueron los primeros líderes espirituales trastornados bipolares? Una nueva y atrevida teoría propone que sí.
Mi papi oye voces en su cabeza. Una «voz tierna» interrumpe las conversaciones con interjecciones alegres y extrañamente profanas. Y una «voz siniestra» le grita a papá y le ordena hacer cosas inapropiadas y socialmente inaceptables. Estas voces le han afectado la mayor parte de su vida y le han impedido llevar una vida normal. Yo sé hasta dónde puede llegar a ser de debilitante y estigmatizadora una enfermedad mental así.
En el mundo industrializado, aproximadamente una de cada 25 personas sufre un trastorno mental grave, y casi la mitad de nosotros experimentará algún tipo de enfermedad mental a lo largo de su vida. Muchas de estas condiciones, incluyendo la esquizofrenia y el trastorno bipolar, así como las que dan lugar a desarrollos como el autismo, en parte son heredados de nuestros padres. Si eso afectara a las posibiilidades de supervivencia de estas personas se podría esperar que la selección natural lo hubiera eliminado, sin embargo persisten en sus niveles más altos.
Algunos argumentan que estos genes traen beneficios (la enfermedad mental y el genio van de la mano desde hace mucho tiempo), pero la arqueóloga Penny Spikins, de la Universidad de York, R.U., va más allá. Ella cree que la enfermedad mental y los trastornos como el autismo persisten a niveles tan altos, porque en el pasado eran ventajosas para la humanidad. «Creo que gran parte del éxito del Homo sapiens se debió a su predisposición por aceptar a personas con mentes diferentes en la sociedad, personas con autismo o esquizofrenia, por ejemplo.»
Según Spikins, la tolerancia humana permitió que florecieran los genes relacionados con diferentes tipos de desarrollo del cerebro y enfermedades mentales, para poner en marcha una revolución. «En algún momento, nuestros ancestros comenzaron a desarrollar emociones tan complejas, como la compasión, la gratitud y la admiración», dice. «Y esto les ayudó a aceptar y tolerar a las personas con mentes diferentes». Al adoptar esas habilidades y atributos como formas poco comunes de pensamiento, los primeros humanos se volvieron más inventivos y adaptables, y finalmente, quedaron al margen de la competencia con los demás homínidos.
La evidencia arqueológica es circunstancial; sin embargo, los nuevos hallazgos de la genética están ayudando a reforzar las ideas de Spikins. Resulta que algunos genes asociados con enfermedades mentales proliferaron en el momento en que la sociedad humana estaba floreciendo y tal vez confirieron atributos que otros homínidos otros no compartían. Todo esto plantea la interesante cuestión de si en el mundo moderno, debemos dar más valor a las personas con estos trastornos.
Por lo tanto, ¿cuándo nuestros antepasados empezaron a valorar las mentalidades distintas? Spikins ve la respuesta en algunos cambios radicales del registro arqueológico (Cambridge Archaeological Journal, vol 19, p 179). Consideremos la tecnología de herramientas de la piedra. Surgieron hace alrededor de 2,6 millones de años, la primeras herramientas de piedra eran toscas y de lento desarrollo. Durante cientos de miles de años nuestros antepasados fabricaron una serie de hachas de mano, raspadores y lanzas. Luego, hace unos 100.000 años, hubo una revolución tecnológica, donde aparecieron muchos instrumentos nuevos y sofisticados. «Vemos un cambio súbito en el registro arqueológico de las herramientas más estandarizadas que realizaban las tareas con más precisión», señala Spikins. La invención de lanzas, arcos y flechas, arpones de pesca, trampas y emboscadas, por ejemplo, permitieron a los cazadores mantener una distancia prudencial de su presa y así cazar animales más agresivos.
La ventaja autista
Spikins sostiene que, esta revolución tecnológica en las herramientas pudo haber sido provocada por una mayor tolerancia hacia las personas con rasgos del espectro autista. «No estoy diciendo que alguien que no sea autista no entendiera esta tecnología, sino que la innovación fuese más probable que proviniera de alguien que está sistemática y exclusivamente centrado en la precisión», afirma. Spikins también señala que los homínidos, incluyendo los neandertales, muestran pocos signos innovación en las herramientas y nunca alcanzaron el nivel de sofisticación alcanzado por nuestros antepasados.
Sobre esa misma época de revolución de las herramientas, los arqueólogos ven una explosión de creatividad artística. Se pueden ver cosas como collares de conchas y perlas, y decoraciones en huesos y ocre, más tarde tallas de figuras y después instrumentos musicales simples. Hace unos 35.000 años, los humanos modernos estaban pintando impresionantes animales reales y de gente en las paredes de las cuevas. Hay una sorprendente similitud entre éstos y los dibujos realizados por algunas personas autistas con habilidades geniales, como ya ha sido señalado por Nicholas Humphrey, de la London School of Economics (Cambridge Archaeological Journal, vol 8, p 165). «El surgimiento del arte hiperrealista, que se dibuja con una precisión increíble, podría estar relacionado con esa tolerancia hacia las personas autistas, que tenían esas habilidades especiales», dice Spikins.
Las huellas de la religión y la espiritualidad también aparecen durante este período. Se ha argumentado que los chamanes eran los responsables de la pintura de arte rupestre, más metafórica y onírica, y Spikins cree que habría tenido un gran impacto en la sociedad. «Creo que ellos ayudaron a unir a la gente, ayudándoles a dar sentido a su mundo, a través de mitos, rituales y creencias en un mundo de espíritus». En las modernas sociedades cazadoras-recolectoras, los chamanes solían ser personas inusuales y creativas, que a veces entraban en trance. Algunos de estos rasgos también están asociados con la esquizofrenia, como escuchar voces u otros trastornos mentales. «Con los criterios modernos para el diagnóstico de la enfermedad mental, creo no equivocarme al decir que la mayoría de los chamanes podrían haber padecido trastornos de ánimo, y muy probablemente, trastorno bipolar», asegura David Whitley, autor de «Cave Paintings and the Human Spirit» (Prometheus, 2009).
El antropólogo Henry Harpending, de la Universidad de Utah en Salt Lake City, dice que la idea de Spikins es plausible. «Ese hincapié que hace sobre los tipos de herramientas estandarizadas y los detalles sobre arte tienen sin duda visos de certeza.» Aunque pasarían los trastornos mentales la prueba de la «supervivencia del más apto»? «La gente con trastorno bipolar pueden muy bien unirse a las comunidades, pero primero deben sobrevivir y reproducirse a sí mismos», apunta. «En el caso de la esquizofrenia, sólo se dispone de datos en las sociedades industriales contemporáneas, y sabemos que provoca una reducción grande de la adaptabilidad». Las mentes distintas pueden haber contribuido a nuestro éxito evolutivo, dice Pickard Catriona, de la Universidad de Edimburgo, R.U., pero las enfermedades mentales, es más probable que sean un desafortunado subproducto de la evolución de un cerebro altamente desarrollado (Cambridge Archaeological Journal, vol 21, p 357).
Otros argumentan que la sociedad moderna no es una buena analogía para el pasado. «La excentricidad está mucho más aceptada en la pequeña escala de las sociedades de cazadores-recolectores, donde todo el mundo tiene un papel que desempeñar», agrega Benjamin Campbell, antropólogo de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. Él apoya la idea Spikins y está de acuerdo en que las emociones complejas, como la compasión, nos distingue de otras especies. «Los humanos modernos entienden que otra persona tiene pensamientos diferentes, y hemos desarrollado esta habilidad en cotas altísimas». Por supuesto, la evidencia arqueológica es circunstancial, pero los estudios genéticos están empezando a poner la teoría en terreno más firme. La secuenciación del genoma de un Neandertal el año pasado, muestra que alrededor del 99,8 por ciento de los genes son los mismos que los de los humanos modernos (Science, vol 328, p 710). Lo cual no es de extrañar, dado que compartimos un mismo antepasado en los últimos 500.000 años. Sin embargo, David Reich, de la Harvard Medical School en Boston, spunta algunas diferencias clave. «Hemos descubierto que los neandertales tenían formas sutilmente distintas de los genes AUTS2, CADPS2 y NRG3, en comparación con los humanos modernos». El AUTS2 y CADPS2 están asociados con el autismo y NRG3 con la esquizofrenia. Sin embargo, añade Reich, no sabemos si esas diferencias influían en la forma en que pensaban nuestros antepasados.
Los neandertales se extinguieron hace unos 30.000 años, y Spikins no está sola al pensar que para una capacidad de adaptación superior, a los primeros humanos modernos les ayudó ese estar fuera de competición. Si a nuestros ancestros fueron les ayudó el tener unos genes asociados con una enfermedad mental es otro asunto, pero el hecho es que los humanos son los únicos homínidos que sobreviven hasta nuestros días. Es más, en los últimos años ha quedado meridianamente claro que nuestros antepasados tenían más contemporáneos de los que se pensaba anteriormente. Hace alrededor de 80.000 años, hubo al menos cinco especies de homínidos en plena itinerancia por el planeta, señala Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres. Mientras que el Homo sapiens predominaba en África y los neandertales eran dominantes en Eurasia occidental, los descendientes del Homo erectus, probablemente, aún sobrevivían en Indonesia, el H. floresiensis (también conocido como «Hobbit») residía en la isla indonesia de Flores, y el recién descubierto Denisovans, parece haberse movido a través de la franja de Asia (New Scientist, 2 August, p 34). Todavía no sabemos si los primeros humanos modernos tenían más genes asociados con enfermedades mentales que las otras especies, pero esperamos no tardar mucho tiempo en averiguarlo, dada la velocidad con la que la secuenciación del ADN antiguo está progresando.
Lo que sí sabemos, es que la enfermedad mental hereditaria es muy poco frecuente entre los primates vivos. Klaus-Peter Lesch, de la Universidad de Würzburg, Alemania, y sus colegas, examinaron el gen responsable de la proteína transportadora de serotonina, SERT, que se ha visto implicada en varias enfermedades hereditarias. Responsable de regular el movimiento de la serotonina (un neurotransmisor esencial para el estado de ánimo, entre otras cosas), este gen se presenta en forma «larga» y «corta». Cada humano lleva una combinación de dos de ellos. La gente con una combinación larga/larga parecen estar protegidos contra el bajo estado de ánimo, mientras que las variantes a corta/corta o corta/larga, son más susceptibles a la depresión. Lesch y sus colegas, han examinado este gen en 12 especies de primates y han descubierto que la versión corta sólo se da en los humanos y un otro primate, el mono rhesus (Molecular Psychiatry, DOI: 10.1038/sj.mp.4001157). «El acarrear con una de las variantes corta del gen SERT, parece exponer a los humanos y los monos rhesus a la desregulación emocional, comúnmente asociada con los trastornos emocionales, que no vemos en otras especies», señala Lesch.
Un arma de doble filo
Pero también puede conferir ventajas. «La variante corta parece estar relacionada con la capacidad de respuesta emocional. En un ambiente estresante, esto parece aumentar la vulnerabilidad a la depresión, pero en un pueblo con buen ambiente la gente con esta variante tienen a menudo un gran éxito, con una excelente comunicación y habilidades sociales». Y los beneficios pueden extenderse aún más. «Un rasgo que los humanos y los monos rhesus comparten, es su capacidad de vivir casi en cualquier lugar», apunta Lesch. Como sabemos que otros primates prosperan únicamente en nichos muy específicos, especula con que los rasgos del comportamiento relacionados con la versión corta del gen de SERT puede haber ayudado a los humanos y los monos rhesus a adaptarse a nuevos y desafiantes entornos.
Tal adaptabilidad habría sido crucial en los últimos 50.000 años, cuando nuestros antepasados emigraron por todo el mundo, y resulta que el gen responsable de SERT es uno de los muchos que se desarrollaron rápidamente durante este período (leer «The 10,000 Year Explosion» por Henry Harpending y Gregory Cochran, Basic Books, 2009). El análisis genético que reveló esta dramática aceleración de la evolución humana también muestra el surgimiento de otra variante de un gen relacionado con el trastorno mental, esta vez uno que ayuda a regular la dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Harpending y sus colegas, encontraron que una variante particular del gen que codifica el receptor de dopamina D4, ha ido aumentando en frecuencia rápidamente en los humanos. Las personas con esta variante, conocida como DRD4-7R, tienden a tener niveles de muy alta energía y un mayor riesgo de hiperactividad por déficit de atención (TDAH). Sin embargo, la prevalencia de esta variante entre ciertos grupos (se descubrió en un 80 por ciento de los indios de las tierras bajas del Amazonas, por ejemplo), indica que esa energía extra tiene sus ventajas. «Anteriormente, estas características eran muy apreciadas en algunas sociedades», dice Lesch.
«Vemos un mayor porcentaje con rasgos asociados al TDAH en la gente migratoria, por ejemplo». Al igual que el gen de SERT, el DRD4-7R puede ser tanto una bendición como una maldición. Algunos investigadores describen los genes como «genes orquídea»: los nutres y prospera el transportador, los dejas y aparece el rasgo de personalidad desadaptativo. Si Spikins está en los correcto, muchos otros genes asociados con los trastornos de desarrollo y las enfermedades mentales deben poseer similares características de Jekyll y Hyde. Es posible que nuestros antepasados se hayan beneficiado de esto, pero las sociedades modernas tienden a ver las diferentes mentes como un impedimento importante. «Hoy en día, estar ‘loco’ es malo», dijo Whitley. «En nuestra cultura seguimos patologizando la diferencia, y perdemos su potencial ventaja adaptativa».
En lugar de enviar al ostracismo a las personas con mentes inconformistas, tal vez sería mejor aprender a apreciarlos (ver anexo). Mi padre, por su parte, siempre ha sostenido que la esquizofrenia es beneficiosa en algunos aspectos. Si esos talentos especiales que poseen algunas personas como él, han ayudado a llegar donde estamos, es posible que necesitemos formas distintas de pensar para los próximos mil años. Si el pasado nos enseña algo, es que el desarrollo de la humanidad pasa por su capacidad de adaptación..
Anexo: ¿Mentes bellas?
Con los últimos avances en la selección genética podemos crear una imagen de la composición genética de los embriones y reducir la prevalencia de trastornos como la esquizofrenia y el autismo. ¿Podría esto ser en realidad un paso atrás? Simon Baron-Cohen, director del Autism Research Centre en la Universidad de Cambridge, piensa que sí, y no sólo porque lo considera una forma de eugenesia, sino porque cree que podría privar a la humanidad de algunos atributos esenciales.
Recientemente, Baron-Cohen y sus colegas, informaron que las personas que viven y trabajan en Eindhoven, el mayor centro de información tecnológica e industrial de los Países Bajos, tienen más del doble de probabilidades de tener hijos con autismo que aquellos que viven en Haarlem y Utrecht, ciudades holandesas de tamaño similar que carecen de dicho enfoque en la tecnología y la industria (New Scientist, 22 June).
«Nuestro trabajo sugiere que los padres de niños con autismo, y por tanto, quienes llevan algunos de los genes autistas, tienen talentos en la sistematización, que han sido responsables de la innovación en campos de la ciencia, en las matemáticas, la música, la tecnología, el arte y la ingeniería», añadió.
Del mismo modo, varios estudios han demostrado un aparente vínculo entre los genes asociados con la esquizofrenia y la capacidad creativa. En 2005, Daniel Nettle, de la Universidad de Newcastle, Reino Unido, demostró que los poetas y artistas profesionales, normalmente poseen varios de estos rasgos usados para diagnosticar la esquizofrenia, como los delirios, alucinaciones, cambios de humor y dificultades para concentrarse (Journal of Research in Personality, DOI: 10.1016/j.jrp.2005.09.004).
Este tipo de hallazgos ayudan a explicar el por qué de las dudas de muchos científicos en cuanto a lo concerniente a la posibilidad de un diagnóstico genético. «Si empezamos a seleccionar en contra de este conjunto de atributos, podemos estar perdiendo algo valioso para nuestra cultura», subrayaba Robert Cook-Deegan, director del Center for Genome Ethics, Law and Policy en la Universidad de Duke en Carolina del Norte, «y sin embargo, las historias de dolor y sufrimiento de aquellos que viven en esos límites son también muy reales.»
Referencia: NewScientist.com,
Traducido por Pedro Donaire
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