Hace un par de años subí a Facebook una fotografía del gran bailarín ruso Rudolf Nureyev realizada por Avedon, referencia para una generación de artistas y fotógrafos. Se trataba de un desnudo frontal, donde el genio de la danza mostraba su enigmático rostro; una piel vainilla sobre un cuerpo perfecto de donde surgía un pene palmario enmarcado en unas caderas aladas. Desafiantemente bello. Todo iba bien, muchos megustas y comentarios favorables, hasta que empecé a recibir mensajes de Facebook en los que me acusaban de haber infringido las normas de la red social y, debido a las denuncias por la imagen, anunciaban el cierre de mi página. Dicho y hecho. Nureyev, su generoso pene y yo desaparecimos de la red en cosa de segundos.
Gracias a una cuenta habilitada por una buena amiga pude seguir conectada durante algunas semanas. Entonces comprobé la cantidad de denuncias que reclamaban el cierre de varias páginas de Facebook en las que se fomentaba la violencia contra los animales. Desde México exigían a los administradores de Facebook que considerasen el maltrato animal como delito, denunciando una página donde se incitaba a matar perros y donde había comentarios como el siguiente: «Matar animales es divertido». También se solicitaba la retirada de la página “ Peleas de perros”, donde los administradores subían todos los días imágenes de animales reventados a palos, desangrados, moribundos, con los ojos fuera de las cuencas, acompañadas de frases como «este perro se creía él muy gallito, pero así terminó». “ Alza la Pata” también denunciaba varias páginas donde la violencia brutal era el reclamo de psicópatas que veían realizados sus sueños de matar animales para después mostrarlos a sus amigos.
El exhibicionismo es un mal aliado para los miles de animales que son torturados por desaprensivos que, además, son usuarios de redes sociales. En la mayoría de los casos denunciados la respuesta de Facebook fue siempre la misma: «Hemos revisado la página que has denunciado por contener violencia gráfica, pero no infringe nuestras normas comunitarias». Es decir, que, a pesar de que la red social cuenta con un apartado concreto en el que se trata el tema de la violencia, los administradores no consideran que maltratar, mutilar, acuchillar y destripar a un animal sea apología del maltrato animal y por tanto «no infringe» sus normas.
Esto se ha repetido hasta la saciedad. Miles de peticiones para cerrar cuentas, que, cuando en algunos casos consiguen su objetivo, observan cómo no tardan en volver a abrirse con el mismo contenido delictivo pero bajo otro nombre. Y otra vez a localizarlo y a pedir que lo cierren, entrando en un círculo perverso que acaba dejándonos un sabor amargo a quienes sentimos que cada imagen de maltrato animal en Facebook es un reclamo para miles de personas violentas que pueblan la red. Una red que les da cobijo y que les protege, mientras censura otros contenidos nada cruentos. Por ejemplo, se permiten las fotos de fluidos corporales, salvo el semen; o los besos entre hombres y mujeres, pero no entre personas del mismo sexo; también es difícil ver pezones de mujeres. Hace unos meses Facebook le declaró la guerra a la lactancia, mejor dicho, a la lactancia siempre que se vean pezones.
De hecho, esta doble moral de Facebook fue puesta de manifiesto por Rafa Gil, creativo de la agencia de publicidad Kitchen. Después de que la plataforma se negara a cerrar una página denunciada por miles de usuarios, en la que se promocionaban peleas de perros, Gil creó « Peleas de tetas» para que los usuarios votaran sus senos preferidos y lanzó abiertamente el reto: « ¿Qué cerrará antes Facebook, Peleas de perros o Peleas de Tetas? Denunciemos la hipocresía. Ni una página más de violencia animal en Facebook». Decenas de miles de adhesiones en pocas horas provocaron el cierre fulminante de las dos. Pero la pelea continúa.
Los administradores de la red social con más de 1.230 millones de usuarios deberían escuchar a Núria Querol, doctora y presidenta de la GEVHA (grupo para el estudio sobre la violencia hacia humanos y animales), cuando afirma: «Aunque no hay reglas al cien por cien, en la mayor parte de los casos quien abusa de los animales en forma de violencia, ensañamiento y sadismo tiene tendencia a hacer lo mismo con las personas. (…) Existe un vínculo claro entre ambos tipos de violencia aproximadamente en nueve de cada diez casos».
¿Pero de dónde viene esa permisividad con la violencia?, ¿por qué esa aparente complicidad de Facebook con las cuentas de maltratadores de animales?, ¿cuál es el motivo de tanta sinrazón, de tanta anestesia emocional hacia ellos? Un repaso rápido por la vida de Mark Zuckerberg, creador de Facebook, puede ayudarnos a aclarar algunas cosas.
Zuckerberg tiene la costumbre de fijarse retos personales en la vida. Hace unos años el reto fue «ponerse corbata todos los días», luego llegó el reto de «aprender chino mandarín» y después, y aquí empieza la historia, el creador de Facebook, decidió que quería alimentarse sólo de animales que pudiera matar con sus manos. Empezó con animales pequeños. Una langosta a la que hirvió en agua caliente y que, por lo visto, tardó mucho en morir, proceso que Zuckerberg describió como «una muerte complicada, pero con buen sabor y excitante». Después empezó a matar conejos, cerdos y ovejas. Y a partir de entonces Zuckerberg ha seguido imparable en su nuevo reto, que incluye la muerte de un caballo, un oso y un bisonte al que convirtió en hamburguesas. Parece que matar animales se ha convertido en una pasión para Zuckerberg, al que le gusta informar de sus logros a sus más íntimos. Por ejemplo, publicó una nota a los 847 amigos de su cuenta privada donde anunciaba: «Acabo de matar a un cerdo y a una cabra, las he degollado porque esta es la forma más dulce de matar». Durante un tiempo estuvieron publicadas imágenes de ovejas acuchilladas por el propio Zuckerberg. Al parecer, destripar, arrancar el corazón y las vísceras con sus propias manos y preparar con ellas caldos y guisos le hace sentir vivo y cercano a la naturaleza.
En esa espiral, Zuckerberg llegó a obtener una licencia de caza para seguir matando. Sin embargo, la muerte del oso citada anteriormente se presenta llena de dudas. Él mismo lo anunció, pero más tarde lo desmintió, probablemente al recibir quejas y comentarios de sus amigos desaprobando su actuación.
Y ahora la pregunta razonable es cómo es posible que Zuckerberg mate tal cantidad de animales, a los que por cierto no le da tiempo a descuartizar, guisar y comer, sin salir del lugar donde vive. Porque, evidentemente, Zuckerberg ya no mata sólo para comer, lo hace por placer, el placer de matar y contárselo a sus amigos. La posibilidad de seguir degollando ovejas siempre que quiera se la brindó la chef de Silicon Valley, Jesse Cool, que vive en Palo Alto, donde reside el creador de Facebook. Cool además tiene un restaurante y muchos contactos con los granjeros de la zona, a los que habría presentado a su amigo para que éste pudiera seguir destripando ovejas, cerdos, etc. Después de conocer “el reto” de Zuckerberg y de comprobar lo bien que lo ha llevado a cabo y lo que disfruta descuartizando animales, es más fácil entender de dónde viene la deriva ética en la administración de los contenidos de Facebook relacionados con la violencia hacia los animales.
Pero ahora no sólo somos los grupos animalistas –o cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y empatía– los que piden que se ponga fin a esta locura de ceder espacio a los maltratadores. Recientemente el FBI declaró que «los jóvenes que torturan y matan animales tienden a ejercer violencia contra las personas cuando son mayores si no se los controla». Una nueva clasificación estadounidense de los delitos de crueldad animal ayudará a descubrir a los abusadores antes de que se agrave su conducta y poder juzgarlos.
Durante años, el FBI archivó el abuso a los animales bajo la etiqueta de «otros» junto con infracciones menores, con lo cual resultaba algo difícil de rastrear y combatir. Sin embargo, recientemente, la policía federal declaró que incluirá la crueldad hacia los animales en el Grupo A de delitos graves, como lo son el homicidio, el incendio intencional y el asalto. Las preguntas son: ¿Empezará el FBI a investigar y rastrear las páginas de Facebook donde se mata animales? ¿Considerará peligrosa la política de contenidos de la red social al dar espacio a los violentos? ¿Cuánto tiempo tardarán en ejercer la presión contra las páginas que muestran “peleas de perros”, crucifixión de perros y gatos, aplastamiento de pájaros y así hasta la infinita lista de brutalidades que ampara la red de Zuckerberg? No es difícil llegar a la conclusión de que en demasiadas ocasiones la red social es una bomba de relojería, un caldo de cultivo para los violentos.
Sí, yo uso las redes sociales y las defiendo como una herramienta de trabajo, de difusión, de comunicación, pero tengo claro que jamás pueden servir de altavoz para personas que potencian la crueldad. Es imposible avanzar hacia una cultura de la paz, hacia una educación que erradique la violencia y fomente el respeto hacia los animales y hacia las personas, si en la red se sigue dando cobijo a desaprensivos.
Ojalá la próxima notificación que recibamos de Facebook sea un aviso en el que nos informe de que han sido cerradas todas las páginas que hacen apología del maltrato animal. Pero, mientras llega ese momento, debemos seguir denunciando y exigiendo su cierre, y un cambio profundo en las normas comunitarias de esa red social, tan poco éticas en la actualidad. Porque somos muchos más quienes defendemos los derechos de los animales. Somos la mayoría social. No dejemos nunca de hacerlo. Nunca.
http://www.eldiario.es/caballodenietzsche/Facebook-politica-permisiva-maltrato-animal_6_311878837.html