Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. (T-15.IX.1:1)
Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la obscuridad y hacia adelante hasta Dios. (T-18.III.8:5-6)
Los Grandes Rayos son entonces, el resplandor de Cristo que fluye desde cada uno de nosotros como un Hijo de Dios. Al igual que el halo dorado que rodea a Jesús en las pinturas medievales, los Rayos son el halo de santidad que fluye desde nosotros. Podemos imaginarlos como grandes reflejos de luz fluyendo en toda dirección desde cada uno de los hermanos que vemos, como así también de nosotros mismos. Visualizar esto es en verdad un excelente ejercicio. Los grandes rayos son la luz de nuestro verdadero Ser, revelado a través de la visión de Cristo. Son los omnipresentes recordatorios que dicen que nuestra verdadera Identidad en más santa y gloriosa de lo que nos imaginamos. <3
Sanamos tanto a nuestros hermanos como a nosotros mismos mirando más allá de la oscuridad de los cuerpos de nuestros hermanos, en dirección a los Grandes Rayos en ellos.
Si bien son pocas las referencias a los Grandes Rayos en el Curso (Curso de Milagros), puede deducirse todo un proceso de sanación a partir de esas referencias. Este proceso de sanación es, esencialmente, un cambio gradual de percepción desde la vista física, que únicamente ve oscuridad en todos, hacia la visión espiritual, que revela los Grandes Rayos emanando de todos. Este proceso puede dividirse en cinco pasos básicos, que resumo a continuación:
- Vemos oscuridad.
- Vemos honestamente la oscuridad y nos damos cuenta que no la queremos.
- Vemos una pequeña chispa de luz en nuestros hermanos.
- Contemplar la pequeña chispa en nuestros hermanos, revela los Grandes Rayos en toda su gloria. Esto sana a nuestros hermanos.
- Esto nos sana a nosotros: nos hacemos conscientes de los Grandes Rayos en nosotros.
He aquí una sucinta práctica que podemos utilizar como ayuda para contemplar los Grandes Rayos. En líneas generales está basada en la práctica indicada en el Libro de Ejercicios para la Lección 121 y con guía a través del proceso básico que ya hemos referido. Esta práctica utiliza imágenes de luz física, que el Curso generalmente suele emplear como ayuda simbólica para invitar a la experiencia de la luz no-física de Cristo.
- Trae a tu mente a algún hermano, no importa quien. Puede ser alguien que te agrade, o alguien que te fastidie. Imagina a este hermano en tu mente, imagina su apariencia.
- Piensa en todas las maneras en las que este hermano ha marcado tu vida, para bien o para mal.
- Piensa en todas las cosas que ha hecho que te han molestado, y todas las cosas que ha hecho que te han complacido.
- Observa ahora cómo todas las imágenes están focalizadas en su cuerpo, en lo que dice y en lo que hace.
- No están contemplando a tu hermano por aquello que en verdad es. Sólo estás viendo su cuerpo, y por lo tanto están viendo oscuridad.
- Dile a tu hermano “Cuando te miro, sólo veo oscuridad”.
- Ahora, considera qué te ha causado esta percepción de tu hermano. Observa detenidamente tanto la angustia como el placer que su cuerpo te ha proporcionado. ¿Acaso te han proporcionado felicidad duradera?
- Contemplar a tu hermano como un cuerpo te mantiene separado de él. Esta percepción lo condena a una prisión diminuta, sentenciado a sufrir limitaciones, pérdidas, dolor, enfermedad, senectud y muerte.
- Y puesto que te ves a ti tal como lo ves a tu hermano, esta percepción te condena al mismo destino.
- Fíjate si puedes ponerte en contacto con el dolor de esta oscura percepción.
- Dile a tu hermano, “Tengo la voluntad de mirar más allá de la oscuridad que veo en ti”.
- Y ahora, con la ayuda del Espíritu Santo (tu maestro interior), abre tu mente a una nueva percepción de tu hermano. “Trata de percibir algún atisbo de luz en alguna parte de él, algún pequeño destello que nunca antes habías notado. Trata de encontrar alguna chispa de luminosidad brillando a través de la desagradable imagen que de él has formado”. (L-pI.121.11:2-3)
- Dile a tu hermano “Veo la chispa de luminosidad en ti”.
- Ahora, “trata de que esa luz se expanda hasta envolver a dicha persona y transforme esa imagen en algo bueno y hermoso” (L-pI.121.11:4).
- Permite que esa chispa que ves en tu hermano se expanda hasta transformarse en los Grandes Rayos, fluyendo desde tu hermano en radiante gloria.
- Esto es lo que la oscuridad de su cuerpo ocultaba de tus ojos. Esto es lo que tu hermano es en realidad, El Cristo, el santo Hijo de Dios.
- Permite que esta visión se extienda desde tu mente hacia la mente de tu hermano. Permite que esta visión le brinde sanación a tu hermano.
- Dile a tu hermano “Veo los Grandes Rayos refulgiendo desde ti, tan ilimitados que llegan hasta Dios” (basado en T-15.IX.1:1)
- Ahora, “permite que tu hermano te ofrezca la luz que ves en él” (L-pI.121.13:1).
- Permite que los Grades Rayos en tu hermano resplandezcan sobre tu mente, colmándote con la radiante luz y santidad de Cristo. Aquello que has dado es lo que has recibido.
- Permite que la sanación que le has brindado a tu hermano resplandezca desde su mente sobre la tuya.
- Los Grandes Rayos fluyen por igual desde ti y desde tu hermano.Disfruta de esta gloriosa visión. Permite que los Grandes Rayos en ambos se fundan, y se conviertan en una sola luz.
- Dile a tu hermano en gratitud, “Estás en la luz conmigo” (L-pI.87.2:3). Esto allana el camino de regreso al pleno conocimiento de la luz de Dios.
Con el tiempo y la práctica, miraremos más allá de los cuerpos de nuestros hermanos y veremos más y más los Grandes Rayos. El Curso nos promete que finalmenteveremos todo el mundo bañado en el reflejo de la luz de Dios. Más allá de aquellos trozos de carne que alguna vez nos ocasionaron dolor, los ojos de Cristo en nosotros contemplarán la gozosa “visión del Hijo de Dios“ (T-21.I.9:1): “un arco de luz dorada … extendiéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni límites de ninguna clase” (T-21.I.8:1,4).
Llegará el momento cuando caminemos en este mundo con una visión de gloria indescriptible. <3
Sin embargo, esta visión no es el final sino que es un heraldo de cosas aún más grandes: “Cuando la hayas aceptado como la única percepción que deseas, se convertirá en conocimiento debido al papel que Dios Mismo desempeña en la Expiación” (T-15.IX.1:5). La visión revela la realidad. El reflejo de la luz de Dios se convierte en la luz misma. La verdadera percepción que permitió que los Grandes Rayos en nuestra conciencia refulgieran sobre la tierra, se traduce finalmente en el infinito conocimiento de la luz de Dios en el Cielo. <3
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