John Coleman.- Un número sin duda considerable de personas tenemos conocimiento de que los gobernantes del mundo en que vivimos no son en realidad los que manejan los hilos de la política y la economía, tanto a escala nacional como internacional. Esto ha llevado a muchos a buscar la verdad en publicaciones de contracorriente, boletines dirigidos por quienes, como yo, se han esforzado – no siempre con éxito – por descubrir la causa de la incurable dolencia que aqueja a los Estados Unidos. Nuestra investigación no se ha visto coronada por el éxito en todas las ocasiones. Pero sí hemos averiguado que la humanidad anda en tinieblas, y en su mayor parte le tiene sin cuidado la suerte que aguarda a su país, o bien no se molesta en indagarlo. El sector más amplio de la población ha sido manipulado para reaccionar de dicha manera, y esa actitud resulta ventajosa para el gobierno secreto.
Con frecuencia oímos decir:”Están haciendo estan” o “Están haciendo aquello”… Quienes hacen esas cosas son capaces de cometer las mayores barbaridades impunemente. Aumentan los impuestos o envían a nuestros hijos a morir en guerras que no reportan beneficio alguno a nuestra patria. Son personajes invisibles que escapan a nuestro alcance, nebulosos hasta la desesperación cuando queremos demandarlos. Nadie puede identificar claramente de quiénes se tratan. Este estado de cosas se ha mantenido así durante décadas. A lo largo de las páginas de este libro identificaremos a esos personajes misteriosos. A partir de ahí, corresponderá al público corregir la situación en que se encuentra.
El Club de los 300 es el no va más de las sociedades secretas. Está integrado por una clase dirigente intocable a la que pertenece la reina de Inglaterra, la de los Países Bajos, la de Dinamarca y las diversas familias reales europeas. A la muerte de la reina Victoria, dichos aristócratas llegaron a la conclusión de que la única manera de hacerse los amos del mundo era asociarse con poderosísimos magnates de la industria internacional, que no pertenecían a su linaje. De esta forma, ganaron acceso al máximo poder aquellos a quienes la reina de Inglaterra gusta llamar plebeyos.
Desde que trabajaba en el servicio de inteligencia sé que los jefes de estado extranjeros conocen a tan poderosa horda por el apelativo de los magos. Stalin acuñó una expresión personal para describirlos: las fuerzas tenebrosas. Y el presidente Eisenhower, que nunca logró ascender por encima del grado de hofjude (judío del atrio), lo llamó – quedándose mayúsculamente corto – “Complejo Militar Industrial”.
¿Quiénes son los conjurados que integran el todopoderoso Club de los 300? Los ciudadanos mejor informados tienen conocimiento de que existe una conspiración, la cual se presenta bajo una diversidad de nombres, entre ellos los illuminati, la Francmasonería, la Tabla Redonda y el grupo Milner. Lo malo es que resulta extremadamente difícil encontrar información fidedigna sobre las actividades de quienes integran el gobierno invisible.
A fin de hacerse una idea del enorme alcance de la conspiración a la que nos referimos vendría bien enumerar en este momento algunos de los objetivos trazados por el Club de los 300 con vistas a su conquista y dominio del mundo. Es preciso entender claramente las razones por las que la energía nuclear es tan detestada en la mayoría de los países, y por qué al falso movimiento ambientalista – creado y costeado por el Club de Roma – se le pidió que declarara la guerra a dicha fuente energética. Generando fuerza eléctrica barata y abundante a partir de reactores nucleares, los países en vías de desarrollo se volverían poco a poco independientes de la ayuda externa norteamericana y podrían consolidar su soberanía. La electricidad producida a partir de la energía atómica es la clave para que los países atrasados salgan del subdesarrollo en el que el Club de los 300 les ha ordenado permanecer.
A menor ayuda externa, menor sería el control de los recursos naturales de los diversos países por parte del FMI. La idea de que las naciones en vías de desarrollo rigieran su propio destino era anatema para el club de Roma y su Club de los 300 que dirige el mundo. Hemos visto la oposición a la energía nuclear utilizada con éxito para bloquear el progreso, de conformidad con los planes del Club para el crecimiento cero en al era post-industrial.
Al tener que depender de la ayuda exterior procedente de EE.UU. esos países de hecho se hayan sometidos en servidumbre al Consejo de Relaciones Exteriores. Al pueblo de las naciones beneficiarias les llega una parte ínfima del dinero, que por lo general termina en las arcas de dirigentes gubernamentales que permiten que el FMI despoje brutalmente al país de sus recursos naturales y bienes de producción.
En Mugabe, la capital de Zimbabwe, la antigua Rodesia, tenemos un claro exponente de hasta qué extremo se pueden manipular los recursos naturales de un país, en este caso mineral de cromo de alta ley. LONRHO, el gigantesco conglomerado de empresas presidido en nombre de su prima, la reina Isabel II, por Angus Ogilvie – figura importante del Club de los 300 – es actualmente dueño y señor absoluto de tan valioso insumo. Mientras tanto el pueblo zimbabuo se sume cada vez más hondo en la miseria, a pesar de percibir ayuda económica de los Estados Unidos por un monto superior a los 300 millones de dólares.
Al presente, LONRHO tiene el monopolio de la producción nacional de cromo, y cobra precios arbitrarios, lo cual no estaba permitido durante el gobierno de Smith. Antes de la llegada del régimen de Mugabe, se mantuvo un nivel de precios razonables por espacio de un cuarto de siglo. Si bien es cierto que en los catorce años por los que se prolongó la presidencia de Ian Smith ésta tuvo sus fallos, desde que él abandonó el poder el desempleo se ha cuadruplicado y Zimbabue se haya sumido en el caos y en una bancarrota de hecho. Mugabe recibió suficiente ayuda de los EE. UU. (Del orden de los 300 millones de dólares anuales) para construirse tres mansiones en la Costa Azul, Cap. Ferat y Montecarlo, mientras sus súbditos pugnan por vencer la enfermedad, el desempleo y la desnutrición, eso sin hablar de una férrea dictadura que no tolera protestas. En contraste con esta situación, el gobierno de Smith jamás pidió ni recibió un centavo de ayuda de los Estados Unidos. Es evidente, pues, que la ayuda externa es un medio eficaz de subyugar a países como Zimbabue y ciertamente al resto de África.
El Club de Roma
¿Cómo pueden los conjurados tener al mundo en sujeción, y más concretamente a los Estados Unidos y Gran Bretaña? Uno de los interrogantes que surgen con más frecuencia es: ¿cómo puede una sola entidad estar al tanto de lo que sucede en todo momento, y de que manera ejerce su dominio? En este libro procuraremos responder a esa y otras preguntas. La única forma de afrontar la realidad del éxito de la conspiración es nombrar y comentar algunas de las sociedades secretas, organizaciones de fachada, organismos gubernamentales, bancos, compañías de seguros, empresas multinacionales, la industria petrolera y los cientos de miles de entidades y fundaciones cuyas figuras más destacadas componen el Club de los 300, máxima institución que lleva las riendas del mundo desde hace al menos un siglo.
Como ya se han publicado bastantes libros sobre el Consejo de Relaciones Exteriores y la Trilateral, pasaremos a hablar directamente del Club de Roma y de la fundación alemana Marshall.
Para algunos fue una sorpresa descubrir que el Club de Roma y la entidad que lo financia, la cual ostenta el titulo de Fundación Alemana Marshall, eran dos asociaciones de confabulados que realizan sus actividades bajo el auspicio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, y, que en su mayor parte, los ejecutivos que integran el Club de Roma proceden de la OTAN. Fue el Club de Roma el que formuló los principios que esta última organización reivindica como suyos, y el que – por intermedio de Lord Carrington, socio de Club de los 300, dividió a la OTAN en dos fracciones: un grupo de presión política (izquierdista) y la alianza militar originaria.
El Club de Roma sigue siendo uno de los brazos más importantes del Club de los 300, en lo que se refiere a política exterior; el otro es el grupo de los Bilderberger. Se formó en 1968 a partir de miembros incondicionales del grupo original fundado por Morgenthau a raíz de una llamada telefónica del difunto Aurelio Peccei instando a lanzar con urgencia una nueva campaña con objeto de acelerar la planificación del Gobierno Internacional Único, actualmente conocido como Nuevo Orden Internacional. De todos modos, el primer nombre me parece más exacto.
El llamado de Peccei fue respondido por los más subversivos planificadores del futuro que se pudieron seleccionar en Estados Unidos, Francia, Suecia, Gran Bretaña, Suiza y Japón.
Entre 1968 y 1972, el Club de Roma se transformó en una entidad cohesiva integrada por neocientíficos, mundialistas, planificadores del futuro e internacionalistas de toda calaña. Uno de los delegados lo describió con estas palabras: “Nos hemos convertido en la túnica de diversos colores de José”, en alusión al personaje bíblico.
En líneas generales, el programa previsto del Club de Roma consistiría en crear y difundir ideas postindustriales en los Estados Unidos, junto con movimientos de contracultura como los empeñados en la difusión de la droga, la revolución sexual, el hedonismo, el satanismo, la brujería y el ambientalismo, El instituto Tavistock, El Instituto de Investigaciones de Stanford, el Instituto de Relaciones Sociales y de hecho todo el amplio espectro de los centros de investigación de psiquiatría social aplicada, o bien contaban con delegados en la junta directiva del Club de Roma, o desempeñaban una misión orientadora en la tentativa de la OTAN de llevar a cabo lo que denominan la conspiración acuariana.
El Club de Roma es una organización general coordinadora, una especie de matrimonio entre financistas angloamericanos y las familias que integran la ancestral Nobleza Negra europea, en particular la nobleza de Londres, Venecia y Génova. La clave para el dominio exitoso del mundo está en su capacidad para crear y dirigir atroces recesiones económicas y futuras depresiones financieras. El Club de los 300 aspira generar convulsiones sociales a escala planetaria, seguidas de depresiones, pues ve en ellas un medio de allanar el terreno para sucesos de mayor trascendencia, un método para ocasionar que ingentes masas de seres humanos de todo el orbe se conviertan en futuros beneficiarios de su sistema de beneficencia social.
El Club de Roma posee su propia central de inteligencia, y toma prestados además agentes de la INTERPOL de David Rockefeller. Todos los organismos de inteligencia de los EE. UU. Cooperan muy estrechamente con él, así como la KGB y el Mossad o Servicio de Inteligencia Israelí.
¿Cuáles son sus objetivos?¿Qué se propone esa minoría selecta tan secreta? Sus integrantes se hacen llamar también los olímpicos, pues están convencidos de que igualan en poder y talla a los legendarios dioses del Olimpo, los cuales al igual que su dios Lucifer, se han ensalzado a sí mismos por encima de nuestro Dios verdadero. Tienen además el convencimiento de que por derecho divino se les ha encomendado la consecución de las siguientes metas:
1.- El establecimiento de un gobierno internacional único o Nuevo Orden Mundial con una iglesia unificada y un sistema monetario común bajo la dirección de ellos. Pocos saben que el Gobierno Internacional inició la fundación de su iglesia entre los años veinte y los años treinta, al comprender la necesidad de canalizar en la dirección deseada por ellos la fe inherente a todo ser humano.
2.- La destrucción irremediable de toda identidad y orgullo nacional.
3.- El aniquilamiento de la religión, y más en particular de la cristiana. La única excepción será la creada por ellos que mencionamos más arriba.
4.- El dominio de cada habitante del planeta mediante técnicas de condicionamiento psicológico y de lo que (Zbignew) Brzezinski denominó tecnotrónica, con la cual se crearían robots humanos y se implantaría un espeluznante sistema al lado del cual el Terror Rojo de Félix Dzerzhinsky parecerá un juego de niños.
5.- El fin de toda industria y de la producción de fuerza eléctrica generada a partir de la energía nuclear, en lo que llaman sociedad postindustrial de crecimiento cero. Sólo serán autorizadas las industrias de computación y los servicios. Las empresas norteamericanas que queden serán trasladadas a países como México, donde la mano de obra esclavizada es abundante. Los desempleados a consecuencia de la desaparición de las industrias se transformarán en adictos a la heroína o a la cocaína, o integrarán las estadísticas del proceso de eliminación delineado en el informe ‘El mundo en el año 2000′.
6.- Legalización de la droga y la pornografía.
7.- Despoblamiento de las grandes ciudades, de conformidad con el ensayo llevado a cabo por el régimen de Pol Pot en Cambodia. Es interesante destacar que el plan genocida del dictador asiático fue formulado aquí en los Estados Unidos por una de las fundaciones de investigación financiadas por el Club de Roma. Otro dato interesante es que actualmente los 300 tratan de reinstaurar a los carniceros de Pol Pot en Camboya.
8.- Eliminación de todo adelanto científico salvo los que sean considerados provechosos para el Club de los 300. La producción de energía atómica con fines pacíficos es uno de los blancos principales. Los experimentos de fusión en frío que actualmente (1992) se llevan a cabo son objeto de burla y desprecio por parte del Club y de sus chacales en la prensa. Un soplete de fusión debidamente empleado pondría a nuestra disposición unos recursos naturales inagotables a partir de las sustancias más comunes, y el Club ya no podría seguir insistiendo en “la falta de recursos naturales”.
9.- Por medio de guerras de limitado alcance en los países desarrollados y de la aniquilación mediante el hambre y las enfermedades de la población de países del tercer mundo, ocasionar de aquí al año 2050 la muerte de 3000 millones de seres humanos, a los que califican de inútiles consumidores de alimentos. El Club de los 300 encargó a Cyrus Vance la redacción de un informe al respecto que expusiera los medios más eficaces de llevar a efecto semejante genocidio. Dicho informe lleva por titulo El Mundo en el año 2000 y fue aprobado por el presidente Carter para el gobierno estadounidense y a nombre del mismo, y aceptado por Edwin Muskie, a la sazón secretario de estado. Según las condiciones fijadas en el informe, la población de los EE. UU. Deberá haber descendido a 100 millones para el año 2050.
10.- Debilitar la fibra moral de la nación y desmoralizar a la clase obrera mediante la generalización masiva del desempleo. Cuando el número de puestos de trabajo disminuya a causa de las normas introducidas por el Club de Roma con vistas al crecimiento cero postindustrial, los operarios, sumidos en el desaliento y la desesperación, buscarán refugio en el alcohol y la droga. Por medio del rock y de los alucinógenos, se instará a los jóvenes a revelarse contra el status quo, lo cual socavará a la familia como institución social y acabará por destruirla. Con este fin, el Club de los 300 asignó al Instituto Tavistock la preparación de un plan maestro. Tavistock encargó al Instituto de Investigaciones de Stanford la elaboración del plan, con la dirección del profesor Willis Harmon. Más tarde, la empresa llegó a ser conocida como conspiración acuariana.
11.- Evitar que en todo el mundo la gente pueda decidir su propio destino. Con miras a ello, se creará una crisis tras otra, y luego se manejarán dichas crisis. Ello confundirá y desmoralizará hasta tal punto a la población que ante la superabundancia de opciones se generalizará la apatía. En el caso de los EE. UU. ya existe un organismo que tiene como fin el manejo de crisis. Se trata de la FEMA, siglas en inglés de la Secretaría Federal de Manejo de Emergencias, cuya existencia descubrí en 1980.
12.- Promocionar a grupos rufianescos de música rock como los Rolling Stones (pandilla de degenerados que goza ampliamente del favor de la nobleza negra europea) y todos los conjuntos a los que Tavistock convirtió en grandes figuras a partir de los Beatles.
13.- Exportar a todo el mundo el ideario de la liberación religiosa al objeto de minar a toda religión existente y más en particular la cristiana. Esto empezó con la teología de la liberación, de origen jesuita, que acarreo la caída del régimen de los Somoza en Nicaragua y que en la actualidad destruye El Salvador – cuya guerra civil se arrastra ya embarcada por un curato de siglo – , Costa Rica y Honduras. Una entidad muy activamente embarcada en la llamada teología de la liberación es la misión Maryknoll, de tendencia comunista. Ello explica la amplia cobertura dada por los medios al asesinato de unas supuestas monjas de la orden Maryknoll hace unos años en El Salvador.
14.- Provocar el colapso total de la economía a escala internacional y desatar un caos político absoluto.
15.- Tomar en sus manos la dirección de toda política exterior e interior en los Estados Unidos.
16.- Otorgar el máximo apoyo a instituciones supranacionales como la ONU, el FMI, el Banco Internacional de Pagos y el Tribunal Internacional de Justicia y, en la medida de lo posible, disminuir la eficacia de las instituciones nacionales eliminándolas gradualmente o sometiéndolas a la autoridad de las Naciones Unidas.
17.- Infiltrarse en todos los gobiernos y sembrar la subversión en ellos, corroyendo internamente la integridad de las naciones que estos representan.
18.- Organizar un aparato terrorista de alcance internacional y negociar con sus agentes cada vez que estos lleven a cabo sus violentas acciones.
19.- Tomar las riendas de la enseñanza en los EE. UU. con la finalidad de llevarla a la ruina más completa.
Muchos de estos objetivos, los cuales enumeré por primera vez en 1969, se han alcanzado ya o están en avanzada vías de ejecución.
Si tenemos en cuenta los ilimitados caudales que tienen a su disposición, así como cientos de gabinetes de estrategia y 5000 ingenieros sociales, y siendo un hecho que tienen en sus manos los medios de difusión, la banca y la mayor parte de los gobiernos, se comprende que nos las estamos viendo con un problema de proporciones gigantescas, al cual ninguna nación está en condiciones de hacer frente en este momento.
Como he afirmado con tanta frecuencia, se nos ha hecho creer que el problema al que me refiero tiene su origen en Moscú. Nos han lavado el cerebro para que creamos que el comunismo es la mayor amenaza que enfrentamos los norteamericanos. No hay tal. El mayor peligro radica en la multitud de quintacolumnistas infiltrados entre nosotros. Nuestra Constitución nos advierte que vigilemos al enemigo interno. Esos enemigos sirven al Club de los 300, y ocupan posiciones clave en nuestra jerarquía gubernamental.
Debilitamiento de los EE.UU
El Club de Roma tiene la seguridad de haber debilitado a los Estados Unidos, según órdenes del Club de los 300. Tras años de librar una guerra contra los habitantes de esta nación, ¿quién puede poner en duda que ha cumplido en efecto su misión? Basta echar un vistazo a nuestro alrededor para ver hasta qué punto se ha arruinado la moral: droga, pornografía, rock, libertinaje sexual, el núcleo familiar prácticamente desmoronado, lesbianismo, homosexualidad y por último él espelúznese asesinato de millones de niños inocentes a manos de su propia madre. ¿Acaso ha existido alguna vez en la historia crimen tan infame como el aborto generalizado?
Dada la ruina espiritual y moral de los EE.UU., con nuestra industria destrozada, 30 millones de desempleados, las grandes ciudades transformadas en horrendos antros donde se cometen los crímenes más inimaginables, con un índice de asesinatos que casi triplica el de otros países, 4 millones de personas sin hogar y la corrupción en las esferas del gobierno alcanzado proporciones endémicas, ¿quién va a negar que los Estado Unidos están a punto de desplomarse roídos por la carcoma, para caer en las garras acechantes del Gobierno Internacional de la Nueva Era?
El Club de Roma ha logrado su objetivo de dividir las confesiones cristianas. Ha reunido un ejercito de carismáticos, fundamentalistas y evangélicos. Durante la Guerra del Golfo me llovieron cartas que preguntaban cómo me podía oponer a “una guerra cristianan justa contra Irak”. ¿Cómo podía yo dudar que el respaldo de los cristianos fundamentalistas a la guerra (del Club de los 300) contra ese país oriental no estaba acorde con los principios de la Biblia? A fin de cuentas, ¿no había rezado Billy Graham con el presidente Bush justo antes de dar inicio a las primeras andanadas? ¿Acaso no predice la Escritura “guerras y rumores de guerra?”
Esas cartas dejaron entrever la eficiencia con que ha desempeñado su labor el Instituto Tavistock. Los fundamentalistas cristianos son burdas marionetas del Club de Roma y de que sus opiniones y creencias no son propias: las formularon para ellos los cientos de gabinetes de estrategia del Club de los 300 que se hallan repartidos por la geografía de los EE.UU. Es decir, que como cualquier otro sector de la población estadounidense, los cristianos fundamentalistas y evangélicos han sido objeto de un concienzudo lavado de cerebro.
Es posible que a algunos les cueste aceptar la idea de una conspiración a escala internacional porque muchos autores han obtenido lucro a costa de ella. Otros dudan que se puedan promover con éxito unas actividades de semejante alcance. Observando el enorme aparato burocrático de nuestra nación, preguntan: ”¿Cómo quieren que creamos que unos señores particulares tengan más poder que el Gobierno?”. Esto se debe a que no comprenden que el Gobierno es parte de la maquinaria de la conspiración. Los que eso afirman piden pruebas fehacientes, y no es tan fácil hallar tales pruebas.
Otros dicen: “¿y qué? ¿Qué me importa a mí que haya una conspiración? Si yo ni me molesto en votar”. Esa era precisamente la forma en que se preveía que reaccionara el grueso de la población estadounidense. El pueblo de nuestro país está sumido en el desaliento y la confusión, fruto de la guerra que se libra contra nosotros desde hace años. Hay muchas más probabilidades de que un pueblo desmoralizado y despistado acoja con los brazos abiertos la llegada de una gran figura que prometa resolver todo problema y garantice una sociedad ordenada en la que no exista el desempleo y con las disputas internas reducidas al mínimo. A ese dictador – eso será ni más ni menos – lo recibirán calurosamente.
Programados para el cambio, listos para la destrucción
Ese mismo Club de los 300 ha establecido mecanismos y sistemas de control mucho más ineludibles que nada que se haya visto hasta ahora. No son necesarias sogas ni cadenas para sujetarnos. Se nos ha lavado el cerebro hasta hacernos renunciar al derecho a portar armas que nos otorga la Constitución; abandonar la Constitución misma; permitir que las Naciones Unidas dirijan nuestra política exterior y que el FMI dicte la política fiscal y monetaria de nuestro país; tolerar que el Presidente vulnere impunemente la ley de los Estado Unidos invadiendo otro país y secuestrando al jefe del estado.
En resumidas cuentas, nos han condicionado al extremo de que aceptemos a nivel nacional casi sin rechistar cada uno de los ilícitos perpetrados por el gobierno de nuestro país.
Gracias al Club de Roma, nuestra capacidad tecnológica ha sido superada por Japón y Alemania, los países a los que – según nos dicen- derrotamos en la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo ha sido posible tal cosa? Porque, por un lado, hombres como el Dr. Alexander King, y por otro, nuestra ceguera mental inducida nos han hecho incapaces de reconocer el desmoronamiento de nuestras instituciones educativas y sistemas de enseñanza. Por esa ceguera nuestra, ya no formamos los suficientes ingenieros y científicos para mantener el puesto que ocupábamos entre las naciones industrializadas. Gracias al Dr. King, a quien muy pocos conocen en los Estados Unidos, la enseñanza ha caído a su nivel más bajo en el país desde 1786. Estadísticas facilitadas por el Institute for Higher Learning indican que los escolares actuales leen y escriben peor que los de 1786.
La meta era mentalizar a la nación para efectuar cambios programados y que se acostumbrara hasta tal extremo a ellos que cuando se produjeran transformaciones radicales éstas fueran prácticamente imperceptibles. En los últimos años la decadencia se ha acelerado hasta tal punto que en la actualidad el divorcio no acarrea estigma alguno, el suicidio alcanza tasas históricas que no horrorizan a muchos y desviaciones de las normas sociales aberraciones sexuales en otro tiempo innombrables en círculos decentes hoy son moneda corriente y no suscitan protestas. ¿Somos capaces de reconocer que el país va cuesta abajo y sin frenos? No, no lo somos. Cuando los que nos dedicamos a hacer ver la verdad al pueblo norteamericano descubrimos que un gobierno menor, privado y bien organizado dentro de la Casa Blanca cometía incesantes fechorías, fechorías que atentaban contra la esencia misma de la nación y las instituciones republicanas en las que ésta se apoya, se nos dijo que no preocupáramos al público con esas revelaciones. Una forma común de reaccionar era decir: “No queremos saber nada de esas conjeturas”.
Cuando la máxima autoridad elegida del país tuvo la osadía de poner las leyes de la ONU por encima de la Constitución de los Estados Unidos – delito por el cual se podía demandar al Presidente – la mayoría de la gente lo vio como lo más natural del mundo. Cuando la máxima autoridad elegida del país emprendió una guerra sin una declaración oficial por parte del Congreso, los medios informativos callaron ese detalle y los ciudadanos lo aceptamos una vez más antes que encarar la verdad.
Cuando estalló la Guerra del Golfo, maquinada y organizada por nuestro presidente (Bush), no sólo toleramos alegremente la más descarada de las censuras, sino que hasta nos lo tomamos a pecho creyendo que era buena para alcanzar el objetivo de la guerra. El Presidente mintió, April Glaspie mintió, el Departamento de Estado mintió. Decían que la guerra estaba justificada porque se había advertido a Saddam Hussein que no metiera la mano en Kuwait.
Cuando por fin se hicieron públicas las comunicaciones cablegráficas entre la embajadora y el Departamento de Estado, una caterva de senadores norteamericanos se lanzó a defender a Glaspie; tanto demócratas como republicanos, daba igual. El pueblo, nosotros, dejamos impunes sus abyectas mentiras.
El presidente Jefferson dijo en una ocasión que sentía lástima de los que creían que con los periódicos se enteraban de lo que sucedía. Disraeli, el primer ministro británico, afirmó algo muy parecido. Ciertamente, desde tiempo inmemorial, los que rigen los destinos del mundo se han vanagloriado de hacerlo entre bambalinas.
Nos dicen que ganamos la Guerra del Golfo. Sin embargo, la amplia mayoría de los estadounidenses no repara en que la ganamos a costa de la dignidad y el honor de nuestra nación, que yacen pudriéndose en las arenas del desierto de Kuwait e Irak, junto a los cadáveres de las tropas iraquíes a las que aniquilamos en la retirada previamente acordada de Kuwait y de Basra. No fuimos capaces de cumplir la palabra empeñada de que nos atendríamos a la convención de Ginebra y no los atacaríamos. “¿Qué prefieren – preguntaron los que nos manejan -, victoria o dignidad? No se pueden tener las dos cosas a la vez”.
Hace cien años algo así no habría sucedido. Hoy en día ocurre y nadie dice nada. Vivimos en una sociedad desechable, programada para no durar. Los 4 millones de personas que viven sin techo en nuestro país, los 30 millones de desempleados y los 15 millones de niños asesinados hasta la fecha antes de nacer nos dejan indiferentes. Son elementos desechables de una conspiración tan condenable que cuando se ponen al descubierto estos datos, la mayoría descarta la existencia de la mencionada conspiración, razonando que esas estadísticas se deben a que “los tiempos han cambiado”.
Los Estados Unidos de la actualidad se pueden comparar con un soldado que se duerme en lo más recio del combate. Los norteamericanos nos hemos dejado vencer por el sueño y hemos cedido a la apatía que nos ha causado vérnoslas con una multiplicidad de opciones. Todo ello nos ha sumido en la confusión. Transformaciones de esa índole alteran el medio en que nos desenvolvemos y eliminan nuestra resistencia a los cambios, de forma que nos ponemos aturdidos y apáticos y acabamos por dormirnos en plena batalla.
Para los oligarcas y plutócratas que integran el Club de los 300, el narcotráfico tiene una doble finalidad: en primer lugar, generar ingentes sumas de dinero, y en segundo, convierte a largo plazo a un amplio sector de la sociedad de una masa de autómatas drogados más fáciles de dominar que quienes no estén enviciados, ya que la rebelión se castigará cortando el suministro de heroína, cocaína y otros alucinógenos. Ellos requieren la legislación de la droga a fin de que se pueda establecer un monopolio mediante el cual la drogodependencia alcance gran difusión, a medida que cientos de miles de obreros constantemente desempleados recurran a los estupefacientes en busca de alivio.
En uno de los documentos más secretos del Royal Institute for Internal Affaire, se describe – parcialmente- el plan: ” […] Desengañados con el cristianismo y con el desempleo generalizado, quienes lleven cinco años o más desocupados abandonarán la iglesia y se volverán a la droga en busca de consuelo. A partir de ese momento será imperioso ejercer un dominio absoluto del comercio de narcóticos, al objeto de que los gobiernos de todos los países que se hallen sometidos a nuestra jurisdicción dispongan de un monopolio que dirigiremos nosotros como suministradores. […] Se crearán bares que expendan droga a los revoltosos y descontentos. Los sediciosos en potencia se convertirán en inofensivos adictos sin voluntad propia. […]”
El mundo del futuro
En resumidas cuentas, las aspiraciones del Club de los 300 consisten en generar las siguientes situaciones:
-El establecimiento de un gobierno mundialista y un sistema monetario común bajo la tutela de una oligarquía permanente, hereditaria y no elegida, cuyos miembros se escogerán entre si mediante un sistema feudal semejante al del Medioevo. Con dicha entidad universal de gobierno, se pondrá coto a la explosión demográfica mediante limitaciones al número de hijos por familia, enfermedades, guerras y hambres, hasta que la población mundial se estabilice en mil millones de seres humanos útiles para la clase dirigente, distribuidos en zonas rígidas y claramente definidas.
-La clase media desaparecerá y sólo quedarán siervos y mandatarios. Las leyes serán uniformadas por medio de una red internacional de tribunales que se guiarán por un mismo código, apoyados por un organismo universal de policía y un ejército supranacional que imponga el cumplimiento de la ley en el territorio de los que una vez fueron países, y que ya no estarán delimitados por fronteras. El sistema se basará en el del estado benefactor: quienes obedezcan al gobierno internacional único y se subordinen al mismo serán retribuidos con los medios para subsistir; los que se rebelen morirán de hambre o serán proscritos, convirtiéndose con ello en blanco de todo el que desee quitarles la vida. Estará prohibida la posesión privada de armas de fuego o de cualquier otra clase.
-Sólo se permitirá la práctica de una religión, la de la iglesia del Gobierno Universal. El culto a Lucifer y la hechicería serán reconocidos como materias de estudio en el sistema educativo estatal, y no habrá colegios privados ni religiosos. Las iglesias habrán sido infiltradas por la subversión. En los tiempos del gobierno internacional, el cristianismo habrá pasado a la historia.
Toda persona será adoctrinada en la creencia de que es una criatura del Gobierno Universal. A este fin, se la marcará con un número que facilite su identificación, número que figurará en los archivos centrales del ordenador de la OTAN en Bruselas. En un momento dado, todo agente del Gobierno Universal tendrá acceso a dicho número. Los archivos generales de la CIA, el FBI, las policías locales y estatales, el Ministerio de Hacienda, la FEMA y la seguridad social serán ampliados en extremo y constituirán la base de datos relativos a cada habitante de los Estados Unidos.
-El matrimonio será ilegal. La familia ya no existirá como la conocemos en la actualidad. Los niños serán separados de sus padres a temprana edad y criados bajo la tutela del Estado. A título experimental, esto ya se hizo en Alemania del Este en tiempos de Eric Honecker: los hijos de ciudadanos sospechosos de rebeldía eran puestos bajo la custodia del Estado.
-Se promoverá la pornografía, la cual será de exhibición obligada en todo cine y teatro, sin excluir los temas de la homosexualidad y el lesbianismo. También será forzoso el consumo de drogas recreativas. A cada uno se le asignará una cantidad que podrá adquirir en los establecimientos de venta que el Gobierno Universal habrá diseminado por el planeta.
– Se extenderá el empleo de sustancias que permitan manipular la mente, y serán igualmente de uso obligatorio. Se las administrará por medio de los alimentos y del suministro del agua potable sin conocimiento ni permiso de los consumidores. En los bares de narcóticos, atendidos por empleados del súper gobierno, la clase esclavizada pasará sus horas de asueto. De esa manera, las masas se convertirán en una suerte de animales dominados, sin voluntad propia, que se comportarán como tales.
-El sistema económico funcionará del siguiente modo: la clase dirigente permitirá que se produzca el mínimo imprescindible de alimentos y servicios para mantener los campamentos en que trabajarán multitudes de esclavos. Toda riqueza se atesorará en las arcas de los integrantes de la élite del Club de los 300. A toda persona se la adoctrinará en el concepto de que su supervivencia depende en todo el Estado. El mundo será gobernado mediante decretos emitidos por el mencionado Club, los cuales de inmediato cobrarán valor de ley. Experimentalmente, BorisYeltsin impone la voluntad del club en Rusia mediante decretos de ese estilo. No existirán tribunales de justicia, sino de castigo.
-La industria habrá de ser destruida en su totalidad, junto con las plantas de producción de energía nuclear. Sólo los integrantes del Club de los 300 y sus elitistas tendrán privilegio de beneficiarse de los recursos de la tierra. La agricultura y la ganadería estarán en manos del Club, que fiscalizarán rigurosamente la producción de alimentos. Conforme comiencen a entrar en vigor estas medidas, grandes contingentes de población urbana serán transferidos a regiones apartadas. Quienes se opongan serán exterminados a la manera del experimento que llevó a cabo Pol Pot en Camboya.
-Los enfermos incurables y los ancianos habrán de someterse ineludiblemente a la eutanasia. Para el año 2050 habrán sido eliminados al menos 3.000 millones de consumidores inútiles de alimentos por medio de guerras de alcance limitado, epidemias orquestadas de enfermedades virulentas, y hambre. El suministro de energía, alimento y agua se mantendrá al nivel mínimo de subsidencia para los ajenos a la élite.
-Todo producto farmacéutico, médico, dentista y profesional de la salud, esencial o no, estará registrado en el banco de datos del computador central. Será imposible recetar un remedio o prescribir atención médica sin autorización expresa de los agentes responsables de imponer la autoridad en cada municipio.
-No habrá moneda ni dinero en efectivo en posesión de las masas. Toda transacción se llevará a cabo mediante una tarjeta de cobro automático en la que figure el número de identificación del portador. A quien transgreda el reglamento establecido por el Club de los 300 le será inválida la tarjeta por un tiempo que variará con arreglo a la naturaleza y gravedad de la violación.
-El Gobierno Universal llevará las riendas de todas las agencias noticiosas y órganos de prensa. Métodos de lavado cerebral se harán pasar por entretenimiento, de la misma manera en que se practicaba y se convirtió en técnica refinada en los Estados Unidos. A los jóvenes a los que se aparte de los padres desleales se les impartirá una educación concebida especialmente para embrutecerlos.
-Jóvenes de ambos sexos serán adiestrados como vigilantes en los campos de trabajo del Gobierno Internacional.
Por lo anterior, es evidente que quede mucho por hacer para la instauración del Nuevo Orden Mundial. Hace tiempo que el Club de los 300 ha perfeccionado los planes para desestabilizar la civilización tal como la conocemos en la actualidad.
En Europa Occidental ha construido una federación de estados con una estructura de gobierno que incluye una moneda común. Una vez logrado esto, el sistema de la Unión Europea se extenderá por etapas a los EE.UU. y Canadá. De forma lenta pero inexorable, las Naciones Unidas se están transformando en un sello de aprobación del Gobierno Universal: EE.UU. le dicta lo que tiene que hacer, como vimos cuando la Guerra del Golfo.
El impresionante secreto que envuelve al Club de los 300 hace que muchos pongan en entredicho su existencia. Ningún órgano informativo ha hecho jamás mención de dicha jerarquía conspiradora. Por consiguiente, y como era de esperar, la gente reacciona con incredulidad. El Club de los 300 está en su mayor parte en manos del monarca británico, en la actualidad la reina Isabel II.
No hay entidad que escape al dominio del Club, y salta a la vista que éste ejerce un férreo control en el terreno de las comunicaciones. Si echamos un vistazo a la RCA, descubriremos que su directorio se compone de personalidades británicas y estadounidenses que descuellan en organizaciones como el Consejo de Relaciones Exteriores, la OTAN, el Club de Roma, la Comisión Trilateral, la Francmasonería, Skull and Bones, el grupo Bilderberg, Round Table, la Sociedad Milner y la Jesuits-Aristotle Society. Entre ellos se contaba David Sarnoff, que se trasladó a Londres hacia la misma época que Sir William Stepherson se instaló en la sede neoyorquina de la RCA.
El gobierno invisible del Club de los 300 está ejerciendo una presión inmensa sobre los EE. UU. A fin de reformar el país para mal. Si logramos evitar que se nos despoje de la libertad, retrasaremos considerablemente el progreso hacia el establecimiento del gobierno supranacional. La instauración del mismo es una empresa de proporciones impresionantes que exige gran habilidad, talento organizativo y dominio de los gobiernos y su política. La única organización capaz de llevar a cabo tan ciclópea tarea con esperanza de éxito es el Club de los 300. Acabamos de ver hasta qué punto se ha acercado al éxito total.
La batalla para evitarlo será, ante todo, de carácter espiritual.
*Ex espía del MI6 y colaborador de prensa en la actualidad.
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