El feminismo de consigna y subvención es el robot multiusos de un sistema que necesita su «totem y tabú» para imponer un pensamiento único a una población sumisa, acrítica y acobardada. Todo lo que sea introducir un matiz o una crítica es rechazado porque el feminismo es LA VERDAD absoluta, simple y obligatoria.
Pruebe el lector osado no ya a objetar cualquiera de sus muchas contradicciones, sino incluso a reconocerle algún mérito (que no se si hoy tiene, pero en su origen tuvo) introduciendo ante el auditorio «sensibilizado»-«empoderado» su alocución con la fórmula «Yo no soy feminista, pero …».
Da igual lo que venga a continuación, se habrá señalado Vd. como hereje en grado máximo, y condenado su mensaje a la irrelevancia. No será escuchado. No se le dará la posibilidad de juzgar su enunciación desde su propia coherencia interna. Será el mensaje de un autodeclarado apestado que, por definición, está desasistido de razón alguna. El no-feminista es lo que en el contexto arbitrario del totalitarismo ideológico impuesto por la horda de comisarios políticos equivaldrá al judío de la Alemania nazi, al negro en la Sudáfrica del «apartheid», al tutsi de la Ruanda hutu, … el ENEMIGO al que anular del modo más rotundo posible.
Solo que el crítico del feminismo puede ser en ocasiones mucho más brillante dialécticamente que quienes repiten como loros lemas resultones, pero huecos, y que ante el más leve análisis se desmoronan como un castillo de naipes: una «igualdad» que nadie define, una mentira estadística como la supuesta disparidad salarial que la ley prohíbe (y persigue), un «patriarcado» fantasmal cuya versión occidental no llega ni a pálido reflejo del machismo institucionalizado en las petro-monarquías del golfo o en ciertos países del tercer mundo, etc.
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