En el mundo de las apariencias se pierde la esencia. Cuanto más nos preocupemos por aparentar, más nos alejamos de nuestro verdadero “yo”. Cuanto más construimos fuera, más se desmorona el interior, hasta tal punto que esa imagen aparentemente ideal puede terminar engullendo nuestra identidad, convirtiéndonos en carceleros de nosotros mismos.
Las redes sociales son el mejor ejemplo de ello ya que se han convertido en el escaparate donde proyectamos una vida aparentemente perfecta. Aunque pocas, ya hay voces que disidentes, como la de la influencer australiana Essena O’Neill que, con más de medio millón de seguidores, cientos de fotos perfectas y miles de euros en ganancias, dejó Instagram diciendo: “Esta no es una vida sincera, ni genial ni inspiradora. Es la perfección artificial hecha para llamar la atención”.