República Democrática del Congo tiene una de las tasas más altas de violencia sexual en el mundo. Pero un nuevo enfoque trata de abordar el problema alentando a los hombres a confrontar y cuestionar su masculinidad tóxica. ¿De qué se trata?
«El sexo con ella era como pelear. No me importaba la ropa que estaba usando, solo le arrancaba todo».
Quien hace esta afirmación es Moises Bagwiza, un hombre de República del Congo que ahora reflexiona con pesar sobre su pasado.
Y sus relatos de cómo trató y violó a su esposa, Jullienne, son sinceros, gráficos y perturbadores.
En un modesto bungaló en el tranquilo pueblo de Rutshuru, en el este de República Democrática del Congo, Bagwiza recuerda un ataque en particular cuando su esposa estaba embarazada de cuatro meses.
«Me di vuelta y le di una pequeña patada en el estómago», cuenta, mientras describe que ella cayó al suelo y estaba sangrando. Los vecinos preocupados la llevaron rápidamente al hospital.
¿Su crimen? Jullienne había estado secretamente ahorrando dinero para los gastos del hogar a través de una organización local de mujeres.
Antes del ataque, ella se había negado a darle dinero a su marido para un par de zapatos.
«Es cierto, el dinero era suyo», dice Moises Bagwiza. «Pero como saben, hoy en día, cuando las mujeres tienen dinero se sienten poderosas y lo demuestran«.
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