Muy dentro, más cerca de ti de lo que nunca nada estará, existe un inframundo lleno de todo lo que no puede ser visto. En ese lugar profundo y oscuro reside todo lo que fuiste y no quisiste, todo lo que sentiste y escondiste, todo lo que experimentaste y negaste, y no sólo en tu vida personal. Allí residen, también, los amores prohibidos y los miedos de tus abuelos, los partos de tus madres y abuelas, las frustraciones de tu linaje, las alegrías negadas de tus antepasados. Y si sigues hacia el fondo del inframundo, más allá están los códigos prohibidos de tu tribu, los de tu estado, los de tu especie, los que la vida sagrada de este planeta prodigioso no experimentó a su tiempo.
A ese lugar no se puede llegar, porque en él las reglas de la vigilia no sirven. En ocasiones se pueden captar algunas de sus partes, como en los sueños, bajo el influjo de ciertas prácticas misteriosas e iniciáticas, pero para el común de los mortales, ese código máquina que en realidad le compone y le da forma y destino, permanecerá desconocido para él para siempre, hasta el momento en que la señora de las sombras le venga a buscar para enseñárselo.
En ese inframundo profundo, infinito y misterioso, las reglas son distintas. Nada funciona como arriba. El inframundo está fuera del tiempo. Sus contenidos siempre están en el presente, todo está activo simultáneamente allí, nada se pierde o se cambia. En el inframundo de tus interiores no existe el tiempo. Lo que te pasó a los 3 años sigue activado, presente, vivo, marcando lo que te pasó a los 13, lo que te pasó a los 23 y lo que te pasará a los 33. Todo unido está siempre por los hilos de la emoción y del significado en ese mundo oscuro en el que brilla el Sol de las sombras. Y desde esas sombras surge la luz de lo que ves, porque lo que percibes como realidad y no te gusta, no es otra cosa que las esencias del inframundo reveladas bajo la luz del Sol del día. En ese mundo profundo que te compone, lo simbólico es más real que lo real, las cosas tienen más sentido como metáforas de significados, porque la vida es una historia repleta de mensajes en cada experiencia y en ese lugar donde todos se escondieron, se cuecen todos, mezclándose entre ellos, aportándose un sentido que sólo ellos pueden comprender, pero que dará como resultado lo que tu llamas daño en tu vida. En ese inframundo no hay reglas, pues es un lugar sin moral cuyos códigos son instintivos, pues es el reino de la naturaleza salvaje, como una selva en el que el mal y el bien no figuran porque allí no hay nadie con capacidad de discernir el uno del otro.
En ese mundo se hallan todos los depósitos de lo vivido y negado con sus emociones asociadas, con los impulsos que no pudiste realizar, con las motivaciones que se quedaron perdidas. Allí es donde tu represión esconde todo eso que no puedes concebir en tu vida, que no puedes asumir, todos los deseos prohibidos, los anhelos secretos, las ansias perversas que ocultas, los instintos que han de ser negados para poder mantener la idea de ti mismo sin moverse. Y sin embargo, no dejan de existir, porque todas esas tendencias seguirán vivas en el inframundo, funcionando como entidades independientes, como agujeros negros emocionales que desde las profundidades seguirán deformando y condicionando a tu yo, seguirán parasitando tu energía y distorsionando tu percepción de la realidad. Todas esas represiones que se acumulan en tu inframundo son las experiencias negadas, imágenes emocionales y vivaces de las situaciones psíquicas que negaste porque eran incompatibles con la atmosfera de la conciencia habitual. Sin embargo, todos esos nudos, todos esos complejos, todas esas entidades, no las tienes tú: son ellas las que te tienen a ti.
Si por un momento subieran a tu mundo consciente del modo incorrecto, serían emociones que te gobernarían, paralizarían el funcionamiento de tu personalidad, te impedirían ser tu mismo. Es lo que llamamos ataque de ansiedad o de pánico o depresión. Si esas emociones suben todas de golpe y sin control, es lo que llamamos volverse loco.
Y sin embargo, si no suben nunca, se van acumulando, aumentando la presión desde dentro. Se notan a través del miedo, se notan en las reacciones excesivas que tienes frente a cosas que no son tan importantes como tú las sientes, se notan cada vez que no eres capaz de seguir tu propia decisión, cuando no te obedeces, cuando has perdido la capacidad de dominarte, en las pequeñas infelicidades de cada día. Esas presiones se notan cuando no tienes la creatividad de desarrollar tu vida como quisieras porque has perdido la creatividad, porque has perdido la capacidad de acción, porque has perdido el sentido de lo que querías, porque no puedes relacionarte con naturalidad. Esas presiones se notan cuando tienes pensamientos intrusivos que no puedes controlar y que te obsesionan. Se notan en las pesadillas demasiado duras, se notan en las tensiones y bloqueos físicos, se notan en la obsesión por el pasado y en el miedo a los futuros. Se notan, sobre todo, en que por ellas te pasa siempre lo que te pasa una y otra vez, pues eso que te ocurre no es más que el intento desesperado de tu identidad de rodear continuamente esos contenidos para evitar verlos y por ellos giran y gira como una rueda: la del Karma. Y si eso dura mucho, ten por seguro que esas presiones se agarrarán a los órganos y poco a poco se irán enfermando. No hay personas malas, hay personas gobernadas por la presión de lo escondido en su inframundo. No hay personas enfermas, hay personas condicionadas por la presión de lo escondido en su inframundo. No hay personas locas, hay personas condicionadas por la presión de lo escondido en su inframundo. No hay personas infelices, hay personas condicionadas por la presión de lo escondido en su inframundo.
Ya no tenemos rituales de paso donde podamos liberarnos de esas presiones, ya no tenemos vivencias integrativas que nos permita actualizar los potenciales y cambiar las ideas de quiénes somos. Ahora cuando oímos algo en el sótano, en vez de coger una linterna y bajar al sótano a ver qué hay allí gritando, asustados nos subimos al ático con nuestros objetos de distracción para no darnos cuentas de las presiones del inframundo. Ya no sabemos realizar los impulsos inconscientes. Ya no sabemos revivir el conflicto original, el pecado original para volver a ser inocentes, ya no hay reciclado. Ahora estamos tan perdidos que luchamos por no cambiar y tener razón siempre y fingirnos felices frente a los demás a costa de nuestra felicidad y de nuestra salud y de nuestra coherencia. Y por eso no tenemos lo que necesitamos, solo caprichos que no aportan nada y no sabemos construir nuestras certezas y no sabemos tener una visión positiva de nosotros porque ya no sabemos ni quiénes somos. Se nos olvidó lo que nos hacía humanos.
Y sin embargo, cabe la posibilidad de que quieras, por discernimiento o por sufrimiento, emprender el camino del héroe, que no es precisamente fácil ni cómodo, ni se puede comprar en un cursillo ni viene con garantías, ni tiene devolución o marcha atrás. Y cabe la posibilidad de que puedas ir hacia ti mismo, hacia tu verdad más profunda, aunque implique identificar tus miedos y darte cuenta de los dolores que estaban escondidos detrás, de las creencias que te hiciste y que te hicieron creen y de los mapas errados con los que te has ido dando porrazos por la vida. Cabe la posibilidad de que puedas dejar ir el dolor, reconocerlo como propio en el cuerpo y te puedas rendir a él para que se vaya y así se transforme y con él se vayan los significados asociados equivocados. Es posible que puedas reconocer el daño que te hizo quien te lo hizo y reconozcas su ignorancia en ese acto y lo comprendas y por ello lo perdones y le puedas generar comprensión y hasta amor. Entonces serás consciente de la liberación, serás consciente de que te perdonas y de que, por tanto, mereces la felicidad.
Has vaciado el inframundo de errores, has limpiado el karma, eres libre.
Pero si crees que tú no tienes inframundo, que estás bien, que no te pasa nada, pero hay algo que no va como debiera, si hay una sensación de que las cosas no cuadran, no hay reposo, no hay paz, es la prueba clara de que estás influenciado por sus zonas oscuras.
No hay problema: ya llegará el momento de confrontarlo cuando el ego pierda sus defensas cerca de la muerte. En la tradición, a esa experiencia de experimentar la verdad de todo lo negado y reprimido durante la vida que se esconde en el inframundo, se le dio el nombre de infierno.
Y lo único que cura esas sombras es navegarlas desde la canoa del amor.
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Por Mariano Alameda
Diciembre 2015
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